Sobre el paro del campo

Por Violeta Rosemberg y Jésica Tritten
En mi escuela me enseñaron que la peor traición de un alumno era machetearse. Copiar, repetir algo que no es mío, apropiármelo y hacer como si hubiera entendido significaba la estafa más grande a mi pequeño ámbito escolar. Yo nunca me tomé muy en serio esta escala de valores y quizás por eso siempre me pareció un acto ingenuo, un hecho inocente amparado en la picardía infantil. Nada puede ser malo si está teñido de inocencia: la inocencia es el estado del alma limpia de culpa.

La catarata de lugares comunes que poblaron las caceroladas a favor del campo/ en contra de las retenciones para los incansables trabajadores rurales está protegida por el manto sagrado de la inocencia pícara  e infantil. Después de todo, los lugares comunes no hacen daño a nadie porque funcionan como las verdades de Perogrullo: carecen de originalidad pero es justamente por esa falta que las asimilamos como ciertas, incuestionables.

Los lugares comunes de las caceroladas de los últimos días son, específicamente, tres.


   1. Salgo con mi cacerola a protestar contra las retenciones a las exportaciones de los pequeños y medianos productores del campo.
   2. Salgo con mi cacerola a protestar porque el Gobierno es soberbio al no dar marcha atrás con las retenciones al agro.
   3. Salgo con mi cacerola a protestar porque la recuperación del campo es gracias al campo y el Gobierno nada tiene que hacer metiendo mano en los bolsillos de sus deslomados trabajadores.

 

 

Los golpes mediáticos se nutren de la Doctrina del Machete y las Verdades de Perogrullo.

Son efectivas porque el alma limpia de culpa está garantizada y la falta de originalidad las convierte en incuestionables. La tortuga de Tía Vicenta nos caricaturizó la lentitud política de Arturo Illia en contraposición a la agilidad viril de Onganía, la Revista Gente nos convenció de estar ganando la guerra de Malvinas, Doña Rosa nos aconsejó sobre las virtudes de los electrodomésticos importados, el periodismo denuncia de los noventa nos certificó que nuestro mal neoliberal fue la corrupción y no el desfalco del Estado Nacional y los cronistas de hoy nos hablan de la solidaridad de la ciudad con el campo y de una versión aggiornada de La Guerra Gaucha.   

      

La cobertura de la mayoría absoluta de los medios de comunicación fue esencial para hacer desandar el dominó inicial de estos lugares comunes. No hubo ningún cacerolero televisado sin recurrir a alguno de estos tres tópicos. Ninguno de estos medios de comunicación analizó pedagógicamente el tema. No hubo preguntas ni cuestionamientos: sólo inocencia en los reclamos y repetición esquizofrénica de las verdades de Perogrullo.

 

¿Qué significa una retención en las exportaciones del agro?

¿Cómo afectaría nuestra vida cotidiana si no existieran estas retenciones?

¿Cuánto gana el campo con las exportaciones?

¿Cuánto dinero acumuló el campo con las exportaciones que realiza en dólares y euros en los últimos años?

¿A qué sector está destinado este aumento de las retenciones a las exportaciones del agro?

¿Cuál fue el sector que más se favoreció cuando se salió de la paridad cambiaria de los 90?

 

 

El acto mismo de golpear una cacerola para reclamar supone la inocencia de quien golpea y la perversión del destinatario de esos golpes.  Así lo vi en  la tele, así lo  escuché en la radio y así lo leí en el diario.

 

Copiar, repetir algo que no es mío, apropiármelo y hacer como si hubiera entendido.

 

Nada puede ser malo si está teñido de inocencia: la inocencia es el estado del alma limpia de culpa.

Violeta Rosemberg y Jésica Tritten

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