Reabrió el bar Los Galgos

IMG_5445_editLos Galgos, el tradicional café ubicado en Av. Callao y Lavalle, que había sido fundado en 1930 pero sus puertas cerraron tras la muerte de dueño en 2014 vuelve a brillar y a formar parte de la escenografía porteña.

Este bar clásico del centro porteño, reabrió después de casi un año cerrado con una propuesta algo diferente  ya que los nuevos dueños y administradores son también dueños de un bar de cócteles de Villa Crespo.
Los Galgos ahora es administrado por Julián Díaz y Florencia Capella, creadores del bar “878”. Ambos restauraron el lugar, mantuvieron el nombre, la fachada y algunos muebles, modificaron en parte la estética y sumaron parrilla a la tradicional oferta de café y sándwiches.

Estos cambios no pusieron muy felices a los antiguos dueños del lugar, que expresaron su disgusto vía Facebook. “¿Dónde está el patrimonio del bar? ¿Y los mozos que lo atendían? Destruir el patrimonio y criticar el pasado no es reabrir”, sentenciaron. También habían denunciado en agosto que la boiserie original, esos paneles de madera que vestían las paredes del café, había sido puesta en venta.

Como contracara, algunos clientes habituales del bar desde antes de su cierre celebraron la reapertura y subieron fotos en el nuevo café a través de Twitter.

Los Galgos había cerrado el 31 de diciembre de 2014, tras la muerte de Horacio Ramos, su último dueño. Sin embargo, la decisión se oficializó recién en junio de este año. Es que su viuda y sus sobrinos nietos continuaron unos meses, pero en enero el local apareció con las persianas bajas y un cartel de “Cerrado por vacaciones”. Meses después, fue puesto en alquiler. Corría riesgo de ser demolido, hasta que Díaz y Capella decidieron comprar el lugar y reabrirlo.

El tradicional café fue fundado en 1930 por un asturiano fanático de las carreras de perros. Casi dos décadas después, el español José Ramos se lo compró y conservó el nombre. Tras su muerte, se hicieron cargo del bar sus hijos Alberto, Inés y, justamente, Horacio.

Uno de sus habitués era Enrique Santos Discépolo, que vivía a tres cuadras. “Venía a la barra, tomaba algo y se fumaba un pucho. Siempre parado. A la madrugada volvía con amigos”, había relatado Horacio en una entrevista con Clarín hace dos años y medio. También era cliente Aníbal Troilo y hasta el ex presidente Arturo Frondizi.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *