Otra vez los vecinos logran salvar un espacio cultural en Parque Patricios
El cine teatro urquiza de Parque Patricios, luego de distintas audiencias y asambleas de vecinos entre muchas otras acciones, será salvado manteniendo un espacio cultural. La constructora encargada del proyecto, incluirá una sala en el edificio que construirán.
Después de seis audiencias y de asambleas en la calle; de recorrer despachos de legisladores; de reunirse con ONGs; de comprender los entresijos de la Justicia, y de meterse en la maquinaria de trámites y presentaciones que demanda ejercer los derechos plenos de un ciudadano; después de cinco años de lucha, un grupo de vecinos de Parque Patricios logró salvar al histórico Cine Teatro Urquiza. De propiedad privada, en 2013 fue vendido y estuvo a poco de ser demolido para hacer un edificio, a pesar de tener una doble protección, de los gobiernos de Nación y Ciudad, por su importancia histórica y cultural.
Esta semana, el conflicto llegó a su fin y se firmó un acuerdo ante el Tribunal Superior de Justicia porteño (TSJ) que dejó conforme a la mayoría: el barrio conservará su espacio cultural y los inversores construirán su edificio de oficinas, tratando de alterar lo mínimo posible la fachada del cine teatro. Los vecinos podrán gestionar actividades culturales y el ministerio de Cultura porteño se comprometió a “poner a disposición las líneas de crédito y los programas culturales que se encuentren vigentes” para que el sitio se convierta en un referente en Parque Patricios. El acuerdo fue monitoreado por Horacio Corti, del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad, y Gabriel Astarloa, el Procurador General porteño.
En 2013 el grupo empresario Establecimientos Campana, de la familia homónima y dueño también de Campanopolis, adquirió la propiedad, ubicada en avenida Caseros al 2800, a tres cuadras del Parque de los Patricios. Su objetivo era hacer un edificio de oficinas, en un barrio que está muy revalorizado, no sólo por la mudanza de la Jefatura de Gobierno, sino también por su designación como Distrito Tecnológico y la extensión del subte que, desde esta semana, permite que los vecinos lleguen hasta Recoleta y la Facultad de Derecho.
Tanto los vecinos como los inversores tendrán desafíos por enfrentar en este acuerdo: los Campana a nivel constructivo, porque tendrán que respetar la fachada del cine teatro y, para llevar a cabo su emprendimiento de 9 pisos de oficinas, deberán construir un hall de ingreso y otro para las cocheras. Pero es verdad que se los reconoce por ser los creadores y dueños de un proyecto muy particu lar: Campanopolis, una aldea de estilo medieval en pleno González Catán.
A diferencia de otros grupos vecinales, que llegaron con proyectos propios a la Legislatura, a los de Parque Patricios les tocó explorar caminos judiciales: “Fue muy importante llegar a esta instancia y también al acuerdo, pues se consiguió preservar un espacio cultural en un lugar en el que se pretendía construir sólo un emprendimiento inmobiliario, sin tener en cuenta los derechos culturales”, señaló Horacio Corti.
Desde la empresa de los Campana no revelaron cuándo empezará la obra ni cómo será el proyecto. Para la gente y para toda la Ciudad, este caso es una muestra de cómo la organización vecinal puede ser un motor para generar cambios. Y no es un caso único: muchos otros vecinos luchan en los barrios sus propias batallas