La historia del pasaje Caminito
Una tarde de 1928, el poeta Raúl González Tuñón paseaba por París, cuando alcanzó a oír a la distancia un improvisado coro que cantaba con alegría. Al dar vuelta en la esquina, se encontró con tres músicos callejeros y una cantante. Con acordeón, banjo y violín, interpretaban el tango Caminito. La mujer pronunciaba la letra en muy buen español, mientras que el público hacía su mejor esfuerzo para reproducir el estribillo: “Desde que se fue, nunca más volvió, seguiré sus pasos. Caminito, adiós”.
El tango, que se había estrenado sin pena ni gloria en Buenos Aires en 1926, no le había causado ninguna sensación especial al poeta hasta esa tarde. González Tuñón fue uno más de los tantos que necesitaron un tiempo para encontrarle el gusto a una canción que se convertiría en obra principal del repertorio tanguero y que encierra dos historias de amor, de esas que carecen de final feliz.
El mendocino Gabino Coria Peñaloza tenía 22 años en 1903 y se encontraba en Chilecito, La Rioja, cuando padeció el abrupto final de un romance con una profesora de música llamada María. La familia de la joven desaprobó la relación y la alejó del pueblo. Coria Peñaloza, desgarrado por la pérdida, escribió unas estrofas que tituló: “Caminito, un poema de amor”, donde evocaba aquel sendero riojano, en la localidad de Olta, “bordeado de trébol y juncos en flor”, que le traía los más gratos y pasionales recuerdos. Como tantas veces, el tiempo cicatrizó las heridas y el poema quedó traspapelado en alguna caja o carpeta.
La segunda historia de amor transcurrió en Buenos Aires, en el barrio de La Boca. En 1904, un joven mecánico de la compañía Mihanovich solía tomar una calle curvada por donde circulaba un tren de carga. Era el camino más corto al trabajo, pero tenía un condimento especial. Una chica que se asomaba a una ventana y las miradas se cruzaban lo poco que la timidez de ambos permitía.
¿Cómo surgió la calle de La Boca?
El principal objetivo del Ferrocarril Buenos Aires a Ensenada era el transporte de carga. Por eso, durante décadas tuvo mucha relevancia un desvío de trenes desde la Estación Casa Amarilla (Martín García y Almirante Brown) hacia la Vuelta de Rocha, cumpliendo la misma función del tren carguero que hacía el recorrido entre Puerto Madero y Retiro.
El tramo final de la formación que se internaba en el corazón de La Boca era el sendero en curva por donde caminaba el joven mecánico y vecino del barrio, Juan de Dios Filiberto.
Siguiendo la cronología de la historia, en 1920, Benito Quinquela Martín, uno de los vecinos destacados del barrio, insistió para que dos amigos de él se conocieran. El artista fue quien presentó a Coria Peñaloza y al compositor -mecánico en la juventud- Filiberto. La relación fue fructífera, ya que a partir de entonces formaron una dupla que aportó a la producción musical de su tiempo.
Respecto del tramo por donde pasaba el tren, en 1921 surgieron los primeros reclamos de los habitantes de la callecita, pidiendo que las vías fueran alejadas de sus casas. El reclamo quedó tan traspapelado como el poema de Coria Peñaloza. Pocos años después, la vía fue inutilizada y ese pasaje ferroviario se convirtió en potrero, basurero y tierra de nadie. Una vez más, los damnificados se preocuparon por el camino. Esta vez, porque les afeaba el barrio.
En uno de los tantos encuentros de Juan de Dios y Gabino, durante el año 1925, más precisamente en un bar de Florida y Corrientes, el boquense le tarareó una melodía que había creado luego de pasar por el sendero vecino a la Vuelta de Rocha, que le había traído recuerdos de aquella vecinita asomada a la ventana. Le pidió a Coria que escribiera una letra. En los días siguientes, el poeta trazó un borrador de la composición, pero lo perdió. Ante el reclamo de su compañero, quien se mostraba muy interesado por darle forma a la canción, el mendocino recordó aquel poema escrito en La Rioja veinte años atrás y logró rescatarlo entre sus papeles. Así nació el tango que conmovió a García Tuñón en París.
Cuando se nacionalizaron los ferrocarriles en 1948, se instruyó a la Secretaría de Transportes para que vendiera las tierras que no necesitara. Tengamos en cuenta que se trataba de áreas de jurisdicción nacional por haber pertenecido al patrimonio de los ferrocarriles.
Fue entonces cuando Aníbal Cárrega, vecino del mencionado pasaje, tuvo la iniciativa de convertirlo en un sitio que pudieran disfrutar todos los boquenses. Los Cárrega eran una familia tradicional de La Boca: llevaban más de cien años viviendo en el barrio donde, entre tantas historias, les tocó soportar la feroz fiebre amarilla de 1871. Aníbal convocó a Quinquela Martín y juntos se pusieron al frente de la cruzada cuyo objetivo era transformar el sendero marginal en un espacio artístico.
Uno de los primeros en sumarse fue el director y escenógrafo Cecilio Madanes, quien a fines de 1957 montó allí el Teatro Caminito. Según vemos, el pasaje ya se había apropiado el nombre del tango. Vecinos que antes contemplaban un callejón con basura, ahora disponían de un privilegiado palco en las funciones de teatro al aire libre. El 10 de enero de 1958 se llevó a cabo la función consagratoria de “Los chismes de las mujeres”, ya que concurrieron las principales autoridades nacionales (el presidente Pedro E. Aramburu, el contralmirante Isaac Rojas, ministros, embajadores), además de Quinquela y Filiberto (con sendos moños), Cárrega y los artistas de renombre entre quienes mencionamos a Duilio Marzio, Amelia Bence, Mirtha Legrand y Narciso Ibáñez Menta. En el escenario brillaron Yamandú di Paulo, Beatriz Bonnet, Jorge Luz, Nathan Pinzón y Violeta Antier.
Aquella función le dio el espaldarazo final al proyecto. Porque luego de diez años de gestión, el trámite tomó el impulso necesario: el 28 de julio de 1859 se transfirió el terreno ferroviario a la órbita de la ciudad y el domingo 18 de octubre se realizó el acto oficial.
Esa tarde en La Vuelta de Rocha no cabía un alfiler. Los Bomberos Voluntarios se formaron luciendo su uniforme de gala, azul con detalles dorados. La ceremonia comenzó poco antes de las seis, cuando la Banda Municipal dirigida por Domingo Calabró interpretó el Himno Nacional Argentino. Continuó con palabras del intendente, el arquitecto Hernán Giralt, quien ofreció un resumen histórico del nombre Caminito y del proyecto de los vecinos delante de los mismos protagonistas: Filiberto, Quinquela, Madanes y Cárrega se encontraban en el escenario mientras que Coria Peñaloza era un espectador privilegiado a un costado de la tarima.
La fiesta continuó con fuegos artificiales, abrazos y felicitaciones mutuas. El profesor Antonio Salonia aplaudió a los hacedores y conversó con el actor Pedro Quartucci. El compositor Francisco Canaro saludó emocionado a Filiberto: le contó que su carrera artística se había iniciado en 1908, en la esquina de Suárez y Necochea. La banda de Juan de Dios interpretó varios tangos, entre ellos, Clavel del Aire y, por supuesto, Caminito. Tita Merello fue una de las cantantes improvisadas de una noche que no quería terminar y que quedará grabada para siempre en la historia de La Boca.
La calle Caminito fue un tendido de vías y luego un potrero. Hoy es un símbolo de Buenos Aires y uno de los principales destinos turísticos de la ciudad.