Cómo funciona la línea telefónica de salud mental que brinda asistencia a los vecinos de la Ciudad
Suena un teléfono y lo hace bajito para no perturbar otros llamados. Son tres los teléfonos y nunca quedan sin contestar: la línea Salud Mental Responde (0800-333-1665) funciona las 24 horas, los 365 días del año.
El programa se puso en marcha en 1997 y pasó por varias modificaciones hasta que la pandemia obligó a la profesionalización de la línea. Desde abril de 2020, sólo atienden psicólogos y psiquiatras y siempre hay al menos uno de cada disciplina en las guardias. Además, desde el primer Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio ordenado por la emergencia del Covid-19, se agregó un turno noche.
Hubo más de 26 mil llamados desde el inicio de la pandemia y, hoy, una veintena de profesionales de la salud mental siguen brindando asistencia o acompañamiento de manera confidencial a los vecinos de la Ciudad.
Fueron mujeres las que se comunicaron en un 70% de las veces. “Los hombres tienen menos incorporado pedir ayuda”, sostiene Victoria Kugler, psicóloga y coordinadora de la línea Salud Mental Responde. Luciana Peralba, también psicóloga, agrega: “A veces, preguntan si es normal lo que les sucede y, en muchas ocasiones, son las mujeres las que llaman por cosas que les pasan a los hombres”.
Cuando son terceros los que se comunican, se les da orientación y se les advierte de algunas alertas a tener en cuenta: si se altera el sueño, si pasan todo el día en la cama o si se modifica el apetito.
Están sentadas alrededor de una mesa blanca y larga en la Dirección de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Horacio Rodríguez O’Connor. La psicóloga Valeria Micenmacher se une a sus colegas y entre todas analizan cómo evolucionó el motivo de los llamados con el paso del tiempo. Al principio de la pandemia, muchos adultos mayores se comunicaban porque se sentían solos, debido a que sus familias no los podían visitar o porque los centros de jubilados o distintos puntos de encuentro estaban cerrados. “Hoy, son más los adolescentes y jóvenes adultos los que llaman por atención. Hay muchos casos de ansiedad”, concluyen.
Uno de cada tres llamados (34,6%) es por ese motivo. Lo siguen angustia (22,3%), trastorno del estado de ánimo (17,8%) y síntomas psicóticos (16,5%). “En los primeros meses de confinamiento, también, se comunicó mucha gente que transitaba el Covid-19 o que atravesaba un duelo por un familiar o una amistad fallecida”, completa Victoria.
«Para nosotros es fundamental que toda la comunidad pueda derribar el estigma que se arma en relación a los padecimientos de salud mental», señala Victoria. Por eso, se creó una cuenta de Instagram (@SaludMentalBA) para difundir no sólo su trabajo, sino, también, información.
La línea funciona con un protocolo: lo primero que se hace es evaluar el riesgo. De ser necesario, se puede activar el dispositivo de emergencia a través del SAME, que se dirige al domicilio con un psiquiatra. No obstante, eso sucede en el 0,3% de los llamados. Más de la mitad de los casos se resuelven por teléfono y en un 33% se brinda información y contención antes de derivar al vecino por jurisdicción, área programática, obra social o prepaga.
Sólo en uno de cada 40 llamados se le indica a quien se comunica que asista a una guardia para una evaluación interdisciplinaria presencial. De alguna forma, el programa es la primera línea de la atención de salud mental de la Ciudad. “Muchísima gente no sabe que en muchas guardias de los hospitales porteños también atienden psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales”, advierten.
Si el profesional lo juzgara necesario, la atención va más allá de un solo llamado: a veces, se acuerda una comunicación posterior. “Han llamado mujeres que debían decidir si interrumpir o no un embarazo y las acompañamos en todo ese proceso”, complementa Luciana. Asimismo, Salud Mental Responde trabaja en conjunto con las líneas 144, de violencia de género, y 137, de violencia familiar.
De los 26 mil llamados, 526 veces se indicó el comienzo urgente de un tratamiento por el alto nivel de complejidad. Valeria apunta: “Ante la posibilidad de un suicidio, siempre que hicimos el seguimiento, la otra persona atendió el teléfono”.