El Centro Cultural Recoleta vuelve a lucir los colores de su fachada original

El Centro Cultural Recoleta ha concluido el proceso de restitución de los colores de lo que fuera su fachada original, diseñada en 1980 por los arquitectos Clorindo Testa, Jacques Bedel y Luis Fernando Benedit, quienes asumieron la tarea de refuncionalizar el antiguo Asilo de la Ciudad para convertirlo en centro cultural.

La renovación arquitectónica intensificó la variedad cromática ya existente en el predio de la Recoleta. Para la fachada el color seleccionado fue el rojo pompeyano, vinculado al Nápoles natal de Testa, que buscaba llamar la atención del público y enfatizar una impronta contemporánea para el nuevo destino otorgado al edificio.

Joaquina Testa, hija de Clorindo, relató los orígenes de aquella decisión: “Esos colores están relacionados con los viajes de mi padre por Italia y con la visita de las ruinas de Pompeya donde quedaron unos frescos que tienen ese color rojo. Y por el otro, tiene que ver también con un elemento bien argentino”.

En este sentido, agregó Bedel: “Lo elegimos también por el color colonial que se usaba en las estancias argentinas que se hacía con la sangre de buey mezclada con cal. El rojo pompeyano venía en el ADN de Clorindo, que era napolitano, y también del color lacre de las estancias de campo argentinas, que es el mismo que se usaba en Italia”.

En los espacios del nuevo Centro Cultural de los años 80 los arquitectos imprimieron una sorprendente tensión visual entre los edificios patrimoniales y la introducción de nuevos elementos y espacios arquitectónicos como escaleras, puentes, pasarelas, terrazas y ventanas triangulares. Benedit, Bedel y Testa formaron parte del grupo de arte conceptual del Centro de Arte y Comunicación (CAyC) y fueron elegidos para el proyecto por su doble condición de artistas y arquitectos.

“Su aporte es desde las dos disciplinas”, destacó Joaquina Testa. Para Bedel, “el arte y la arquitectura son la misma cosa. La arquitectura sin una visión artística se queda manca; y el arte sin una visión espacial arquitectónica también”. “Volver al origen, a los colores de la fachada original y poder verlo me produce una gran satisfacción. Y volver al origen del proyecto en sí con el Recoleta como espacio en donde se desarrollan las artes visuales de todo tipo y de todo el país también”, agregó el arquitecto.

Desde enero de 2019, cuando el CC Recoleta reabrió después de permanecer cerrado por refacciones durante 420 días, la fachada del edificio histórico se convirtió en un enorme lienzo intervenido por murales de colores. Entre otros artistas pasaron por allí Renata Schussheim, Edgardo Giménez e Igor Bastidas, entre otros.

“Estamos felices de haber podido encarar la restitución de los colores originales de la fachada del Recoleta, una de las demandas más resonantes de los vecinos del barrio y de la comunidad artística. Estos colores fueron elegidos por la tríada de arquitectos y artistas que le dieron origen al centro cultural. Honrar la historia de un espacio como este, que se destaca por sintetizar vanguardia y tradición, es una de las ideas principales de esta gestión”, concluyó Maximiliano Tomas, director del centro cultural.

El Centro Cultural Recoleta (en un comienzo llamado Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires) es un espacio vivo y participativo para adolescentes y jóvenes que apuesta a la convivencia en la diversidad y que impulsa los movimientos artísticos del país y del mundo desde hace más de tres décadas. Construido en un casco histórico con 300 años de historia, conecta tradición y vanguardia y es visitado por más de medio millón de personas al año, en su mayoría jóvenes de entre 18 y 35 años.

Está ubicado en el barrio de Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires. Fue declarado Monumento Histórico Nacional y forma parte de un polo de atractivos turísticos y de esparcimiento, junto al Cementerio de la Recoleta y la Plaza Intendente Alvear, mal llamada Plaza Francia (esta se encuentra donde se alza el Monumento de Francia a la Argentina, frente al Museo Nacional de Bellas Artes). Ocupa el edificio del antiguo Asilo General Viamonte, y se trata de uno de los espacios culturales de mayor importancia de la ciudad.

Desde su inauguración como centro cultural en 1980, sus salas se convirtieron en el lugar para que los artistas pudieran reflejar libremente inquietudes y búsquedas alejadas de una mirada conservadora. En una época dónde había pocos espacios institucionales para expresarse, el Recoleta alojó las nuevas disciplinas, al diseño y a la moda -entendida como actividad artística-, y a todas las tendencias emergentes que en estas salas se convertían en muestra y objeto de reflexión.

Con una impronta arquitectónica que tuvo distintas etapas y el sello original de Clorindo Testa, Jacques Bedel y Luis Benedit, el Recoleta fue uno de los principales centros que albergó en los 80’ el clima de época que se había forjado en los últimos años de la dictadura militar, durante los cuales los artistas jóvenes se unieron en espacios clandestinos y construyeron una cultura underground y transgresora en sótanos, locales nocturnos y discotecas. En los primeros años de democracia y bajo la dirección del arquitecto Osvaldo Giesso, el Recoleta fue uno de los primeros circuitos oficiales en incluir en sus salas estas expresiones artísticas que habían nacido en los márgenes. El concepto de “joven”, que había sido asociado a lo peligroso durante la dictadura militar, fue en el Recoleta una reivindicación fundamental que se logró al darle más visibilidad a las nuevas generaciones.

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