La casa con mirador en la calle Olleros de Belgrano
En un mar de hojas verdes, quien otea el horizonte a través de la ventana se encuentra con un cielo celeste y casas que parecen hormigas. A los pies, un rulo de escalones marea a quien los trepa y lo aísla en un pequeño cuarto flotante. No se trata de un faro ni de un edificio más en el skyline porteño, sino de un mirador muy especial en uno de los barrios más codiciados de la ciudad de Buenos Aires.
Sobre la calle Olleros al 2000, una casa histórica cautiva a quienes pasan por su frente con una particularidad única: tiene una torre de 30 metros con su propio mirador.
Diseñada por el arquitecto J. Zaninovich en 1919, la casa tiene planta baja, tres pisos y un cuarto donde está el mirador, que en altura equivale a un octavo piso de un edificio. Está construida en una zona de casas bajas, pensada originalmente para tener vista directo al río. Hoy, esa vista fue obstruida por nuevos edificios en altura, pero aún permite vislumbrar puntos de referencia de la ciudad como El Solar de la Abadía en Las Cañitas o la Parroquia San Benito Abad, construcciones que sobresalen del colchón verde que conforman las copas de los árboles.
La casa llegó a la familia de Guido, su dueño actual, cuando su madre la compró en 2015. Sin embargo, contrario al sueño de muchos de vivir con vistas panorámicas en un spot sacado de un cuento de hadas, revela que paradójicamente su mamá no la compró por esta característica sino por el interés de la zona. Es que está ubicada en las cuadras que se conocen como “el Barrio Parque de Belgrano”, donde abundan mansiones y embajadas.
“Estas pocas cuadras de la zona de Belgrano son las más lindas y seguras, sin lugar a dudas, y corren con la ventaja de tener la alta seguridad con custodios privados que tienen las embajadas. Aparte son cuadras muy tranquilas, poco transitadas por autos y peatones. A pesar de estar cerca de vías muy concurridas como la avenida Luis María Campos, el centro comercial del Solar de la Abadía y una variedad de locales gastronómicos, no deja de ser una zona silenciosa”, detalla Martín Pinus, dueño de la inmobiliaria homónima que comercializa propiedades en la zona.
Pinus suma que en Belgrano hay casas a la venta con pileta desde los US$700.000. Una de ellas se encuentra a 400 metros de la casa con el mirador, fue construida por el mismo arquitecto siete años después y hoy se vende a US$925.000, según figura en el portal de la inmobiliaria L.J. Ramos.
Cuando la madre de Guido la compró hace ocho años, la idea original era quedarse a vivir allí pero un cambio de planes la dejó vacía por un tiempo. Semejante joya arquitectónica era un desperdicio al no estar habitada, por lo que un año antes de la pandemia Guido y su familia emprendieron su remodelación. Consiguieron la aprobación de planos del Gobierno de la ciudad, que protege la casa bajo el amparo del Área de Protección Histórica, en dos años completaron su ampliación y hoy ya viven ahí.
“Cuando estuvimos en obra la gente pasaba por la vereda y preguntaba por la historia de la casa. Una vez dos hermanos hasta me amenazaron en broma para que no la derrumbe, me contaron que se habían criado de chicos en el barrio y recuerdan siempre pasar por ahí con su familia”, cuenta Guido.
En la ampliación, los 200 metros cuadrados originales pasaron a ser más de 500 m² y se hicieron varios cambios. Por ejemplo, como la casa estaba sobre la barranca se accedía por una escalera y la remodelación le bajó un nivel para armar de cero una planta baja y que la antigua entrada sea hoy el primer piso. “Además, la casa tenía en su costado un pasaje de carruajes que estaba vacío y que completamos con una estructura metálica”, explica el arquitecto encargado del proceso de refacción Javier Goldenberg, fundador del Estudio Hermanos Goldenberg.
En la planta baja se encuentran espacios funcionales como cocina, recepción y habitaciones de servicio. Una escalera en el centro de la casa conduce al primer piso, que a su vez está integrado con la planta baja a través de un gran balcón interno. En este primer nivel funciona un living, en el que cada lateral de la casa es un ambiente distinto. Así, sin separarse con paredes, se puede diferenciar el comedor, una barra de tragos, dos rincones con sillones y un balcón terraza que da al frente.
El segundo piso, donde se encuentran las habitaciones, también tiene su propio espacio abierto. En un patio en altura, esta parte de la propiedad tiene pileta, sillones, mesa y sillas con una cocina auxiliar y vista directa a la calle.
La magia del mirador se empieza a sentir en el tercer nivel de la casa. Amplios ventanales arqueados dejan entrar la luz natural e iluminan la habitación más especial de la propiedad, que los dueños usan como habitación de invitados. Además de gozar de vistas panorámicas a la ciudad, tiene acceso directo al mirador.
En la esquina de esta última habitación, 40 escalones de una escalera caracol metálica y empinada conducen al famoso mirador. Protegido con barandas y con pequeños balcones franceses, el espacio es tan diminuto que apenas caben dos personas paradas. Sin embargo, la transparencia de sus cuatro ventanas y la vista limpia de edificios que se ve desde sus 30 metros permiten mayor sensación de amplitud.
Los flujos migratorios de ultramar de la época en la que se construyó la casa influyeron enormemente en la arquitectura local. “El estilo ornamental de la casa es como una reinterpretación del Renacimiento italiano con elementos florentinos y venecianos, por los frisos, los arcos, los balcones y la idea de la torre como el elemento vertical que unía estos elementos decorativos”, detalla el arquitecto Goldenberg.
En los buscadores y mapas digitales, la casa figura como “Casa morisca”. “A grandes rasgos, la arquitectura del norte de Italia tiene muchos elementos provenientes del oriente, como los arcos ojivales, las tejas y las hornacinas. No me sorprende que se refiera a la casa como morisca porque, en definitiva, ciudades como Florencia y Venecia fueron las dos ciudades comerciales que permanecieron vivas durante la Edad Media porque traficaban con oriente, entonces por esa vía seguían conectadas y tenían mucha influencia árabe y musulmana”, agrega.
Como si un mirador en altura fuese poco, la casa también se destaca por la forma en la que fue construida. “Tiene una estructura de hierro, metálica, que fue una sorpresa para nosotros al involucrarnos en remodelación”, dice el dueño de la propiedad.
En esa línea, el arquitecto explica que “la estructura de la casa es un premoldeado de acero, una especie de kit de la época hecho de losetas y vigas que se compraba como hoy se compra el hormigón premoldeado. Era una forma de construir avanzada para aquellos años, más sofisticada que hacer una bovedilla de ladrillo y una capa de comprensión arriba. Cien años después, lo que hicimos ahora para agrandarla no es muy distinto a lo que había hace un siglo”. Agrega que la forma en la que estaba construida la hacía muy liviana, “lo que la hace más fácil de intervenir, que en el momento seguramente fue una pequeña hazaña llevar a cabo una construcción así”.