La sinagoga recuperada de La Boca

La imagen parece una de aquellas de 1945: una sinagoga profanada y un rabino que regresa a colgar, de nuevo, la mezuzá al lado de la puerta del templo, símbolo judío que representa la vigilancia y el cuidado de Dios sobre la casa y sus habitantes. Adentro, las paredes parecen rendidas ante los 20 años en que estuvo ocupada, y donde se organizaron fiestas de skinheads que borraron más 100 años de historia con pintadas antisemitas e insignias nazis. Pero hoy la comunidad Jabad Lubavitch de la Argentina reza y festeja. En La Boca, la ocupación ya es parte del pasado.

Los religiosos que entraron el 10 de agosto a la sinagoga recuperada en la calle Magallanes 1265 hablaban de un milagro. «Este es un momento sencillo, pero profundo y fuerte. Hoy, hace 1951 años, entraron las tropas de Tito al Templo de Jerusalén, profanándolo. Se terminó destruyendo dos días después. Ahí comenzó un exilio de casi 2000 años del pueblo judío. Esto es muy simbólico, que el mismo día que hace 1951 años atrás se entró a profanar el Templo de Jerusalén, en este mismo día, se recupera un templo en la Ciudad de Buenos Aires», dijo Tzvi Grunblatt, director nacional de Jabad Lubavitch Argentina.

El templo fue construido en 1907. Ahí rezaron los primeros inmigrantes judíos europeos que tuvo la Ciudad. Eran de la comunidad ashkenazi, que se asentó originalmente en La Boca y Barracas. Pero a lo largo del siglo pasado esa inmigración se desplazó hacia otros barrios, como Balvanera y Villa Crespo, y el templo fue perdiendo religiosos, hasta que cerró en 1994.

Hace poco más de 20 años, el lugar fue tomado por un hombre que se lo conoce con el alias de «Ramón, el estrellado», apodo que se relaciona con la gran cantidad de estrellas de David que hay en el edificio. Es un okupa al que se lo acusa de organizar fiestas de todo tipo, muchas de ellas vinculadas a grupos del movimiento de skinheads que pintaron esvásticas en las paredes, calaveras y símbolos anarquistas y antisemitas.

«Esto es gravísimo. Este pibe que ocupó el lugar, no solo lo ocupó de manera ilegal, sino que profanó un templo. Entró acá y pinto esvásticas y dibujos antisemitas. Siento mucha bronca, pero hoy es un día de alegría», dijo Leandro, de 41 años, un religioso que llevaba el tefilin, dos cajitas que contienen cuatro pasajes de la Torá, el texto sagrado, unidas por correas de cuero que se ponen alrededor del brazo, pasan por el corazón y llegan a la cabeza, para lograr dominar los pensamientos y las emociones. Detrás de él, pintada sobre una pared, se ve una calavera con dos estrellas de David como ojos y una kipá sobre el cráneo.

El piso está agrietado, las paredes descascaradas. Hay un sinfín de botellas de cerveza, y cartones de vino. Todavía está la lista de precios de la barra de tragos que ahí funcionaba. Los religiosos rezan a oscuras, entre los stickers de bandas punk y guirnaldas de colores que cuelgan del techo.

«Ahora hay que recaudar fondos para las refacciones. Estamos buscando donantes. La idea es restaurarlo y mantener, en los lugares que se pueda, el diseño original. Estamos viendo presupuestos, hoy vimos a una ingeniera civil, mañana viene la gente de patrimonio de la ciudad. Ahora van a venir jóvenes ad honórem a darle una mano de pintura para borrar las pintadas antisemitas y los grafitis», dijo el rabio de Jabad Barracas.

La Agencia Gubernamental de Control (AGC) tenía el lugar clausurado desde 2016 porque hacían fiestas pero nunca los dejaban entrar, por lo que el lugar fue clausurado por obstrucción al procedimiento.

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