A 10 años de la muerte de Luis Alberto Spinetta, un homenaje por siempre
Era porteño y, repetía, «un orgulloso vecino de Villa Urquiza». Luis Alberto Spinetta, o el Flaco a secas, amaba su barrio pero sobre todo amaba cada rincón de Buenos Aires. Como Buenos Aires lo amaba a él y a su música que escapa tiempos y gustos. Por eso su figura inmaculada, hoy a 10 años de su muerte, su figura se mantiene viva en cada rincón de las calles porteñas.
En la placa que está ahí nomás del Obelisco, en la estatua que brilla en Villa Urquiza, en el dibujo que ilustra el Paso Bajo Nivel de avenida Congreso y, por supuesto, en cada bar notable que se escucha una nueva versión de su «muchacha ojos de papel». Por todo eso y por mucho más, cada 23 de enero se celebra en Argentina el Día Nacional del Músico, a través de la Ley 27.106, promulgada en el Boletín Oficial el 26 de enero de 2015.
Considerado por muchos como el padre del rock nacional, Spinetta fue reconocido en diversos países del mundo por la complejidad tanto instrumental como poética de su obra. A lo largo de su carrera, fundó grupos como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade y Spinetta y los Socios del Desierto, con los que creó un sinfín de canciones para la historia: Muchacha ojos de papel, El anillo del Capitán Beto, Ana no duerme, Maribel se durmió, Cantata de puentes amarillos, Rutas argentinas, El monstruo de la laguna, Canción para los días de la vida, Seguir viviendo sin tu amor y Mi elemento, entre tantas otras.
Spinetta era parte de la Ciudad, de Nuñez y ni hablar de Urquiza. Se lo veía caminar, desgarbado, por las veredas «¡Chau, Flaco!», le gritaba la gente. Y él saludaba. Luis Alberto Spinetta vivía en su casa-estudio de la calle Iberá 5009. La había bautizado como a un tema suyo: La Diosa Salvaje.
Hincha furioso de River y de su «Capitán Beto», fue un monstruo del rock nacional. Un poeta que le dio carácter criollo a un ritmo retobón que no terminaba de encontrar su voz en nuestras pampas… Fue catalogado por la revista Rolling Stone como el mejor músico argentino de rock.
Amante también de las causas nobles, conocidas y de las otras, se puso sobre sus hombres la tragedia del colegio Ecos y acompañó sin descanso a los familiares.
En 1989 se instaló en Villa Urquiza. Primero estuvo en Miller y Manuela Pedraza y, después compró la casa de Iberá 5009 donde instaló el estudio de grabación.
Cuando le tocaban el timbre pidiendo ayuda, El Flaco siempre tenía listo un plato de comida. También colaboraba con el instituto de recuperación de enfermos mentales ubicado frente a su casa. Y apoyó con fuerza la movida vecinal por la recuperación del Cine Teatro 25 de Mayo.
Sus canciones viven y vivirán por siempre en el corazón de los porteños.