Murales porteños en Puerto Madero
Atentos, con la mirada clavada en las transformaciones de la ciudad, el tránsito y el ir y venir de camiones, el búho y el yaguareté observan el movimiento urbano. Ciclistas y runners corren por la bicisenda desafiando el viento, y el frío, que llega desde el Río de la Plata. El loro, el águila mora y el jilguero se suman al mirador. Estos animales característicos del Litoral custodian hace un tiempo las paredes de las areneras que ocupan la Dársena F de la zona portuaria, a 12 cuadras de Costa Salguero. La iniciativa rescató una zona gris, deteriorada y peligrosa a partir de los aerosoles y pinceladas del muralista urbano Alfredo Segatori, 52 años, autodidacta.
“Cuando llegamos las estructuras de cemento estaban corroídas, el aspecto era de total abandono”, señala el artista, que aceptó la propuesta de la Administración General de Puertos y reconvirtió un área olvidada en un paseo. Segatori se inspiró en fotos y videos para delinear su colección de murales, que se llama Fauna Portuaria y se completa con guacamayos, cóndor andino, llamas y pumas. “No me gusta copiar, busco imágenes y compongo las escenas”, señala el autor de un puñado de estampas urbanas reconocidas. Sus colores se descubren también en La Boca, donde pintó a Diego Maradona (Aristóbulo del Valle 50), y a Quinquela, la obra que le valió el ingreso al Guinness. Porque ante todo, Segatori es fanático de las grandes escalas.
El Regreso de Quinquela ya tiene 10 años y es un homenaje al pintor Benito Quinquela Martín. Combina el retrato del artista de La Boca con cuatro de sus obras más icónicas. Pero además incluye la estampa de trabajadores y 70 vecinos que viven en el barrio. Como superó los 2100 metros cuadrados superó la marca del mural mexicano de 1650 metros cuadrados, ubicado en el Centro Internacional de Convenciones de Mazatlán. El récord le valió el ingreso al Guinness.
Con el objetivo de llevar el arte al espacio público, armó la Fundación Cultural Andén 2222 para brindar apoyo a programas y proyectos que promuevan el arte, la cultura, la educación, la solidaridad y la ciencia a través del desarrollo de programas que hagan foco en la creatividad, originalidad y experimentación.
Entre sus lienzos urbanos las medianeras son su perdición. La jirafa Miranda ya es un ícono de Monte Castro, donde los autos paran en doble fila para retratarla (en Miranda al 4700). También están los pandas de Villa del Parque (Nazca al 2700) y los atletas de Villa Soldati que pintó para las Olimpíadas Juveniles de 2018.
En su mochila carga con aerosoles, un mameluco con más manchas que tela y herramientas, porque Segatori también trabaja con chatarra. Recicla, arma y desarma. Y firma sus obras con el apodo que tiene desde la adolescencia: Pelado.
De la fauna portuaria, donde las plumas, los picos, las garras y las patas de los animales cobran vida, el muralista pasa a las formas abstractas que copan los espacios. La Ciudad Onírica es uno de los últimos, en Silos Areneros, La Boca, a la altura de Brandsen 15. Hasta allí llevó su “exabrupto de color”, una performance que tomó de la técnica Action Painting para desplegar su paleta a partir de compresores de pintura. El resultado: un collage de texturas que salpica el bajo autopista y la zona cercana a Arenas Studio. “El área pudo transformarse, de peligrosa a corazón del circuito artístico”, dice orgulloso el muralista, que impulsó la creación de un Paseo de las Artes en plena pandemia. Ahora, en estos contenedores vidriados que alojan muestras de arte contemporáneo hay seguridad e iluminación.
“De noche quedan prendidas las luces del Espacio Galería y se pueden ver las obras de más de 700 artistas argentinos. Ya no da miedo pasar por ahí, todo lo contrario. La galería funciona como una caja de luz en el barrio”, asegura Alfredo Segatori, “El Pelado”, enfundado en su mameluco multicolor.