La historia del paisajista y guardián de la cultura nipona del Jardín Japonés
Dos fotos lo llevaron a cruzar el mundo en barco cuando cumplió los 20 años. El Japón de posguerra estaba en plena reconstrucción y las imágenes del Obelisco de Buenos Aires y de la pampa húmeda lo convencieron de abandonar su país. Pasaron 57 años y Minoru Tajima, paisajista y asesor de mantenimiento del Jardín Japonés, relata su historia frente a un impactante cantero de 1.000 plantas sunpatiens, la nueva atracción del parque.
Tajima cuenta que creció en el campo. “Trabajaba con mi papá cuidando animales. A los 18 años, mientras estaba estudiando, conocí mucha gente que venía para América latina. Argentina era lujosa, un país rico con el campo, las vacas, el trigo y Buenos Aires era la París de Sudamérica”, recuerda mientras mira a los visitantes que se sacan fotos frente a la ola de color que forman las sunpatiens, que alcanzan los 60 centímetros de alto.
Las flores son una especie originaria de Indonesia, pero desarrollada y mejorada genéticamente en Japón. Es prima hermana de las impatiens (alegría) por eso la gama de colores y tonalidades es enorme. El Jardín Japonés fue elegido por la empresa que las produce, Sakata Seed, para introducirlas en el país.
Es el único lugar de la Argentina donde pueden admirarse. Tajima confiesa que sufre el frío como las flores que crecen detrás suyo. “Resisten todo, me- nos las heladas”, dice, y enseguida surge un paralelismo con él. “Cuando vine fui a vivir al campo. Yo pensé que acá hacía calor. Era mayo y yo tenía el cuerpo congelado, quería llorar del frío. Pero era otra época, ahora hay 3 grados más, y acá, con todos los árboles y plantas que hay, no creo que haya heladas”, confía Tajima.
Ni bien llegó lo acogió una familia nipona dueña de un vivero en General Pacheco. Su primer trabajo fue cultivar flores. Plantaba y cuidaba rosales y claveles, aunque su especialidad eran las frutillas. “Las plantas se vendían muy bien, al argentino le gustan mucho. Trabajé 5 o 6 años de eso y después empecé con los animales. Pero tenía que matarlos y no me sentía bien con eso, entonces dejé y me puse a buscar otra cosa”.
Alguien que trabajaba en la embajada de Japón le dijo que en canal 11 estaban buscando orientales para un sketch y lo alentó a que se presentara. Una pequeña escena cómica le abrió las puertas del espectáculo: meses más tarde lo convocaron de Todo por Dos Pesos y se volvió una celebridad: era Jorge Coreano y aparecía en la apertura bailando. También fue movilero para Leo Montero y Verónica Lozano y fue masajista de famosos. «Atendí a Adrián Suar, a Araceli González, a Florencia Raggi y a Claudio Villarruel», cuenta con una sonrisa.
En 2007 un llamado del presidente del Jardín Japonés lo reconectó definitivamente con sus orígenes: “Trajeron material de Japón para construir la casa de té, pero necesitaban a alguien que supiera cómo hacerlo y me dijo: ‘te necesito’ –recuerda–. En Japón las construcciones no llevan clavos ni tornillos, se encaja la madera para hacer la estructura más flexible para resistir los terremotos. También hice los torii (portales sagrados rojos). Es lo que más orgullo me da”.
Lo habitual en todos los jardines japoneses del mundo es que predomine el verde y no haya tantos colores. Por eso el de Buenos Aires es único: “Estamos en Argentina y acá a la gente le gustan las flores y a nuestro presidente, también”. Además de las sunpatiens plantaron el último año 5500 azaleas (ya había 500) que florecen en julio, y 250 sakuras, que se suman a los 50 que estaban. Los árboles del cerezo son una de las maravillas del parque cuya floración coincide con las vacaciones de invierno, en las que el Jardín Japonés se llena de gente para apreciarlos.
“Cuando se van las flores del sakura, aparecen las de la azalea. Acá todas las estaciones son lindas, en todas hay flores, pero el otoño es de mis preferidas porque el verde se nota más”, confiesa Tajima, que también es asesor gastronómico del restaurante, aunque se confiesa amante del asado y el mate. “Para el 25 de mayo, si me dejan, quiero cocinar locro para los empleados del Jardín”, cuenta el maestro Tajima, que ha adoptado todas las costumbres argentinas, aunque lo que más disfruta es ser el guardián de la cultura nipona.