Reformas en la sede de la Biblioteca Nacional que Borges habitó como director
La Biblioteca Nacional fue creada en 1810 mediante un decreto del Primer Gobierno patrio, por iniciativa de Mariano Moreno, pero se conoce con ese nombre a partir de 1884. En sus primeros años funcionaba en una oficina en el Cabildo y luego en la Manzana de las Luces. En 1901 la institución se trasladó al edificio de la calle México, que en un principio había sido proyectado para albergar la Lotería Nacional, pero fue cedido a la Biblioteca antes de su finalización por decisión del entonces Presidente Julio A. Roca.
La construcción de estilo Beaux-Arts fue obra del arquitecto italiano Carlos Morra. El primer director del repositorio nacional fue el intelectual francés Paul Groussac. Durante su gestión surgió el traslado al edificio de la calle México. Groussac fue uno de los directores más recordados junto con Jorge Luis Borges, quien ocupó el cargo entre 1955 y 1973. Hoy, en ese lugar funcionan el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, el Instituto Nacional de Musicología Carlos Vega, el Ballet Folklórico Nacional y la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
Las reformas principales abarcan las salas del primer piso: Sala Borges, Secretaría de Dirección, Dirección, Subdirección y Secretaría de Subdirección, así como el hall de ingreso y el corredor mediante el cual se accede a las mismas. El principal objetivo es la restauración de estos espacios para preservar el patrimonio cultural, histórico y arquitectónico, como también, recuperar los elementos constitutivos con sus características estéticas.
Se pudo apreciar la recuperación de los cielorrasos originales: las arcadas del pasillo de acceso y el casetonado de la Sala Borges con la restauración de boiserie y pisos de roble y pinotea. A su vez, se preparó la pintura en muros, mediante cateos que permitieron determinar el color original que tenían, recuperar el empapelado que coincide con el que tenía la sala en la época de Borges y reposición de cortinas livianas y pesados. En el resto del edificio, se restauraron la fachada principal y la de la Sala Williams, hubo saneamiento de los sistemas pluviales, renovación de solados en azoteas, balcones, patios y pasadizos; control de humedades ascendentes y descendientes, carpintería de madera y metal, instalaciones sanitarias, eléctricas y contra incendios y se realizó un inventario de elementos patrimoniales existentes.
Uno de los detalles más llamativos es la limpieza de la fachada, donde buscarán recuperar su gris color original, distinto al amarillo que se observa en la actualidad. Además, hubo que cambiar el revestimiento símil piedra de la terraza, reparar algunos vidrios, impermeabilizar la terraza y colocar pisos de cerámica, restaurar las arañas del cielorraso, las chimeneas y entre otros trabajos. Aquellos que han visitado el edificio en el pasado, se sorprenderían de ver como la sala principal se ha convertido en una especie de laboratorio donde más decenas de personas trabajan todos los días para restaurar las numerosas piezas que fueron llegando y algunas fueron encontradas en los depósitos del edificio. Se trata de un trabajo de hormiga donde cada experto en distintas materiales, como papel, cuero, madera, metal da todo por devolverle a cada pieza su tiempo de esplendor, Ellos no buscan dejarlos como nuevos sino, que se puedan recuperar parte de lo original sin perder esas marcas que cuentan la historia de cada objeto que perteneció al gran escritor argentino.
Entre los casi 60 objetos y muebles recuperados, los que más se destacan son la chimenea de la Sala de Dirección, donde los restauradores hicieron un arduo trabajo para que volviera a su color original, el reloj de pie compuesto por un reloj patrón que comandaba a los relojes esclavos de las diferentes salas de la Biblioteca, como también el escritorio que usó Borges que perteneció también a Groussac y la fotógrafa Sara Facio inmortalizó en una de imágenes tomadas al escritor.
Uno de los trabajos más arduos fue la recuperación de la madera de todos los objetos, como de los marcos, las puertas y paredes, ya que en muchos casos sufrió el deterioro de la humedad, la suciedad y el desgaste por los elementos de limpieza que se usaron o las lacas que se fueron aplicando en las distintas etapas. Acá, como en las diferentes etapas de este ambicioso proyecto, se destaca el trabajo en equipo e interdisciplinario que requerían de mucha investigación y deferencias históricas para determinar cuál era el original y qué usos tenían cada pieza, como el tintero que hallaron donde pueden observarse las marcas de la tinta debido al uso que le dieron sus antiguos dueños.
Si bien no hay una fecha exacta para la finalización de la obra, los funcionarios adelantaron que para septiembre esperan poder finalizar todo lo correspondiente a la Sala Borges y en marzo de 2024 poder terminar con la restauración de todo el edificio, Cuando terminen los trabajos, estas salas podrán ser visitadas por el público y ahí funcionará un área de consulta y volverá al edificio tanto la colección de Borges como la de Bioy Casares y Silvina Ocampo.
Germán Álvarez, integrante de la dirección del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, dio detalles del uso que le daba el escritor al edificio: decidió no vivir por la avanzada edad de su madre y pasaba más tiempo en la Secretaría de la Dirección, ya que allí se encontraban sus dos asistentes, a quienes les dictaba las obras que realizó en esa época. A su vez, destacó: “Este es un edificio muy borgeano, no sólo este espacio inspiró muchos de sus cuentos como “El reloj de arena” o de “Los libros y la noche”, sino también Borges permaneció 18 años y reescribió sus obras como las conocemos. También, llegó a esconder manuscritos entre los anaqueles de los libros, pensando en el lector futuro. Para nosotros es un orgullo que se cierre este círculo y los libros vuelvan a estar en el lugar donde se inició esta aventura”, detalló Álvarez.