La joya rusa que se construyó con dinero del zar Nicolás II frente al Parque Lezama
Los inmigrantes europeos poblaron Argentina durante finales del siglo XIX y principios del XX. Pese a los relatos que hablan de la gentileza con las que fueron recibidos, no siempre fue así. Las familias patricias criollas, herederos de las guerras de la independencia tomaban a los nuevos habitantes del país como invasores. Sin embargo, las tensiones se fueron resolviendo en paz.
Los inmigrantes, entonces, se agruparon por país en Sociedades de Socorros Mutuos o en torno a las iglesias o templos en los cuales podían practicar su fe, con ciertas restricciones impuestas por el catolicismo de aquella época.
Así, los ciudadanos rusos que llegaron a Argentina se propusieron abrir su propia iglesia. En este caso, eran otro grupo de cristianos que no provenían de los países donde la reforma había hecho pie. Estos también eran cristianos, pero eran considerados como “ortodoxos”.
En 1904, había 3208 rusos en la ciudad de Buenos Aires (28.846 en 1914), y no todos eran cristianos ortodoxos. Sin embargo, había ciudadanos de otras nacionalidades -montenegrinos, serbios, griegos, etc.- que practicaban ese rito.
La iglesia ortodoxa proviene del primer gran cisma, llamado “el gran cisma de oriente”, que comenzó por una discusión teológica: si el Espíritu Santo provenía del Padre y del Hijo o provenía del Padre a través del Hijo. Eso se denominó como “la cuestión del Filioque”.
Discusiones sutiles para enmascarar cuestiones de poder político y económico sobre quién mandaba por sobre los fieles cristianos: si Roma o Constantinopla. Ambas sedes se excomulgaron mutuamente en el año 1054 y así se inició el cisma. La excomunión mutua fue levantada el 25 de julio de 1967 con el encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras.
En la comunión, los ortodoxos reciben pan con levadura, el cual es mezclado en el cáliz junto al vino luego de la consagración y se les ofrece a los fieles por medio de una pequeña cuchara. En cambio los fieles de la Iglesia de rito latino utilizan pan sin levadura (hostia) y normalmente no reciben el vino.
En la Iglesia ortodoxa no existe la primera comunión, ni la confirmación: todos los sacramentos se reciben en el bautismo. Respecto a los clérigos, en el catolicismo se impone el celibato a todos los grados de la jerarquía, mientras que los sacerdotes ortodoxos pueden casarse, si lo desean, siempre y cuando no busquen llegar a los últimos escalones de la jerarquía.
La Iglesia Ortodoxa de Rusia fue la primera en construir un templo en Argentina. El padre Miguel Petrovich Ivanoff fue el primero de este credo en llegar al país y ofició la primera misa el 13 de enero de 1889. Luego, el 15 abril de 1891 fue designado el padre Constantino Izrastzoff.
El padre Constantino comenzó a pensar en construir un gran templo, y no dudó en pedirle ayuda al Zar Nicolás II y a su madre, la emperatriz María Feodorovna, así como a otros integrantes de la familia imperial.
El Padre Constantino fue recibido en audiencia por el mismo Zar. Así, toda la familia imperial donó el dinero para la construcción del templo ortodoxo ruso. Nicolás II y su familia nunca pudieron suponer que éste sería el último templo que ayudarían a construir antes de ser asesinados por los bolcheviques durante la revolución rusa.
Así fue como el 18 de diciembre de 1898 se colocó la piedra fundamental del nuevo templo ortodoxo en la actual calle Brasil, frente al parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires, sobre la barranca de Río de la Plata.
En esa época de finales del siglo XIX, el Río de la Plata estaba a pocos metros del templo. Los planos fueron aprobados por el santo sínodo de la Iglesia Rusa y realizados por el arquitecto Preobrazshensky, y el ejecutor fue el famoso arquitecto Alejandro Cristophersen, quien donó su trabajo junto a Pedro Coni.
El 6 de octubre de 1901 se realizó la bendición e inauguración del templo, a la cual concurrió el presidente Julio Argentino Roca. Nacía así el primer templo ortodoxo en América Latina.
El evento fue cubierto por todos los periódicos de Argentina, Uruguay y Chile. Así describió el diario “La Nación” al evento: “El Arcipreste declaró que se cumplían sus votos al inaugurarse la capilla rusa en Buenos Aires. Expresándose con facilidad y corrección en castellano, saludó e hizo votos por la República Argentina y por sus Autoridades, complaciéndose que en ella pudiesen vivir en paz los hombres de todo el mundo…Y aun cuando toda ella (la ceremonia) nos dejase bajo la sensación de algo delicadamente conmovedor, nos hicieron vibrar las palabras de fraternidad humana pronunciadas por el capellán ruso, y que quisiéramos oír de los sacerdotes de todos los cultos¨.
A partir de ese momento, los ortodoxos de los diversos patriarcados pudieron concurrir a un templo según su tradición.
A diferencia de los templos católicos o reformados, el altar debía estar ubicado al oriente, por eso al ingresar existen unas escaleras que indican que habrá que subir al primer piso. Allí hay un espacio de piso calcáreo y el imponente iconostasio, el cual es un estallido de color y formas netamente orientales. La iglesia está construida de manera perpendicular a la calle..
Si nos ubicamos frente al iconostasio hay tres puertas: la puerta central, con dos hojas, recibe el nombre de Puerta Santa, y está prohibido que entre por ella nadie que no sea clérigo. A la derecha se encuentra la puerta meridional, llamada también puerta diaconal, y a la izquierda la puerta septentrional. La puerta central está flanqueada por dos iconos: el de la derecha dedicado a la Theotokos y el de la izquierda a un Cristo Pantocrátor.
Detrás del iconostasio se encuentra el altar de forma cúbica y sobre la pared tres iconos: el en centro un Cristo Pantocrátor en su trono con corona imperial, a la derecha un icono de la Transfiguración de Cristo en el Tabor y a la izquierda la Resurrección del Señor. Sobre el tambor de la cúpula observamos a la Virgen con santos y santas de la Iglesia ortodoxa.
En el exterior, la fachada está dividida en tres franjas verticales que se corresponden con los espacios interiores. La presencia de un eje vertical de simetría casi absoluta organiza el frontis lobulado. En ese espacio se ubica una representación de la Santísima Trinidad hecha en San Petersburgo con mosaicos venecianos. Desde allí podemos observar cinco cúpulas.
Las cúpulas poseen las típicas cruces ortodoxas rusas sostenidas por tensores. No están orientadas hacia el frente del edificio, sino hacia oriente. A diferencia de las Iglesias de occidente, que son de estilos diversos arquitectónicos, las iglesias rusas poseen cánones estrictos para su construcción y su simbolismo, dado que cada cúpula representa algo: una simboliza a Cristo; dos representan las dos naturalezas del Hijo de Dios; tres, la Santísima Trinidad; cinco, Cristo con los cuatro evangelistas; siete, los siete sacramentos o los siete concilios ecuménicos (que son reconocidos por la iglesia ortodoxa); nueve, la jerarquía celestial; y trece, Cristo con los doce apóstoles.
El edificio fue declarado monumento histórico nacional en 2001, cuando cumplió 100 años. Desde ese entonces, comenzaron una serie de restauraciones en el interior y exterior del templo. Se recuperaron la fachada, las cúpulas y varios iconos, y también el campanario. Y en 2006 se inició la restauración del iconostasio.