Restauran un icónico edificio porteño donde funcionará la Iglesia de la Cienciología

Enclavado en el corazón del microcentro porteño, el Societá Unióne Operai Italiani (SUOI), alguna vez considerado el edificio más destacado construido por los inmigrantes italianos en Argentina, experimentó una transformación desoladora que lo colocó al borde del colapso.

Este monumento, que antaño fue una impresionante joya de estilo Art Nouveau con una fachada realizada por el arquitecto Virginio Colombo, con una extensión actual de 2282 metros cuadrados, enfrentó durante años un sombrío panorama marcado por la completa negligencia en el mantenimiento.

En un giro sorprendente, la propiedad está ahora en manos de la Iglesia de la Cienciología (Church of Scientology) de Argentina, que se encuentra inmersa en un activo proceso de rescate para restaurar su antigua gloria.

Ubicado en la calle Sarmiento al 1374, a menos de cuatro cuadras del Palacio Barolo, el edificio conmemoró sus 150 años a principios de este año, marcando un legado que se remonta a su inauguración en 1874 como la sede inaugural de la Sociedad Unione Operai Italiani. Esta entidad, la tercera sociedad italiana establecida en Argentina tras Unione e Benevolenza en 1858 y la Nazionale Italiana en 1861, se destacó como la pionera en fundar escuelas gratuitas en italiano para niñas poco después de su establecimiento. A lo largo de los años, el edificio fue testigo de la presencia de prominentes figuras como Julio A. Roca y Juan Domingo Perón en uno de los sectores más destacados de la sede: el Salón Augusteo, o salón principal.

Incluso a pesar de encontrarse en un estado de abandono, este espacio deja sin aliento a quienes lo visitan, con un esplendor pasado palpable en los elementos que aún perduran. Su techo meticulosamente pintado evoca la grandeza de lugares emblemáticos como el Teatro Colón o la librería El Ateneo y se complementa con dos estatuas de los torsos de un hombre y una mujer sosteniendo las columnas que enmarcan el escenario, donde antaño resonaban los acordes de conciertos.

En sus paredes se perciben vestigios de lo que alguna vez fueron grandes espejos, mientras que las aberturas en el techo sugieren que el salón albergó en su momento impresionantes arañas de cristal. Todas sus ornamentaciones dan testimonio de la rica integración de la cultura italiana de ultramar, que utilizó el Salón Augusteo no solo para realizar banquetes y sorteos, sino también para vibrantes mítines políticos.

Su edificación transcurrió en dos fases distintivas: la primera durante la década de 1880 y la segunda justo antes de la Primera Guerra Mundial, cuando el maestro del Art Nouveau en Argentina, Virginio Colombo (1884-1927), dejó su huella. Este influyente arquitecto ítalo-argentino es reconocido por su destacada contribución al modernismo ecléctico, parte de la ola de arquitectos italianos que se establecieron en la ciudad en su tiempo.

La última intervención a cargo de Colombo se destaca por su maestría en la fachada y los vestíbulos del edificio. Inicialmente concebido como un salón de actos, la creciente necesidad de espacio llevó a convocar al arquitecto para realizar una expansión que abarcó varios cuerpos sobre el Salón Augusteo, el núcleo principal del edificio. Colombo, desplegando su notable talento, no solo amplió el espacio, sino que también introdujo oficinas, viviendas para alquilar y anexó una escuela en la sección posterior de la estructura.

El edificio se transformó en una casa de renta de dos cuerpos: uno en el costado y otro en la parte frontal, manteniendo el salón en pleno funcionamiento. El resultado fue la creación de departamentos con techos de casi cinco metros de alto y dos pequeños locales comerciales, junto con su respectivo sótano, que eran alquilados por la sociedad. Además, se habilitó un área escolar, accesible a través de un estrecho pasillo ubicado justo después de la primera puerta a la izquierda. “Realizando una suerte de arqueología arquitectónica, al explorar varios pisos, nos encontramos con medidores de gas y tableros eléctricos, lo que nos confirma que el edificio estuvo dividido en unidades funcionales”, revela Guillermo Andrés Spagnuolo, el arquitecto a cargo del proyecto.

La impronta distintiva de Colombo, caracterizada por la fusión de elementos de la arquitectura medieval, como arcos redondeados y ornamentaciones florales, queda claramente reflejada en la fachada del edificio, aunque en la actualidad se encuentra oculta tras andamios dispuestos para su restauración. “Pertenece al movimiento liberty milanés, expresión del Art Nouveau en el norte de Italia”, cuenta el investigador y especialista en arquitectura argentina de autor, Alejandro Machado. “Similar a otra obra de Colombo en Hipólito Yrigoyen al 2500, conocida como Casa Calise, esta edificación exhibe numerosos ramilletes de rosas, el nautilus (una decoración característica de Colombo que representa al molusco), cuatro cariátides de mujeres y una profusión de floreros que destacan como remates”, describe Machado.

La transformación de Colombo se extiende desde 1911 a 1913, y a partir de 1916 el edificio comienza a operar de manera autónoma, prescindiendo de cualquier tipo de ayuda externa. Durante los años siguientes, albergó eventos, funcionó como escuela primaria Colegio Edmondo de Amicis e incluso fue utilizado para una bailanta. Sin embargo, en la década de 1980, inició un declive que culminó en su cierre completo en los años 90. “Prácticamente quedó abandonado a su suerte”, lamenta el arquitecto.

El edificio, bajo la administración de la sociedad italiana, quedó sin recibir intervenciones significativas. En un momento dado, sufrió un incendio interno, y una parte de la estructura diseñada por Colombo en el terreno adyacente se desplomó, causando un derrumbe en parte del salón principal. Finalmente, entre 2003 y 2008, esta joya arquitectónica estuvo disponible en el mercado en busca de compradores, aunque su condición era tal que el edificio parecía más próximo a un estado de deterioro irreversible que a ser objeto de adquisición.

No fue sino hasta 2011 cuando la Iglesia de Scientology, una religión fundada por el escritor L. Ron Hubbard en la década de 1950, adquirió la propiedad por US$1,5 millones con la intención de convertirla en la sede de la Iglesia Madre de Cienciología en Argentina. Aunque de origen relativamente reciente, este movimiento religioso captó considerable atención cuando figuras prominentes de Hollywood, como el actor Tom Cruise y John Travolta, se unieron a sus filas.

Con su denominación en español como Cienciología, la Iglesia se registró oficialmente en 2008 ante la Secretaría de Culto como la Iglesia de Scientology de Argentina. El viaje de esta religión hacia Argentina inició en la década de 1980, aunque la inauguración de su primer centro en el país tuvo lugar en 2006, ubicado en un edificio en la esquina de Ayacucho y avenida Santa Fe.

A pesar de su innegable valor histórico, surge el interrogante de por qué alguien desearía invertir una considerable suma de dinero en un proyecto que básicamente requiere una restauración desde cero, además de que se estimó un presupuesto de entre US$5 y US$7 millones para su rescate. Gustavo Libardi, presidente local de la Iglesia de Scientology, ofrece una perspectiva peculiar: “Lo compramos porque, como me dijo una vez un inmobiliario, la gente se enamora de los edificios como de un novio. No hay mucha lógica, o te gusta o no”. En particular, lo que más atrajo a la Iglesia fue el valor patrimonial. “Somos conscientes de los desafíos que implica, pero tras múltiples deliberaciones con la organización internacional, que envió representantes desde Los Ángeles para evaluar el edificio y su ubicación, decidimos adquirirlo”, recuerda Libardi.

Después de comprar la propiedad, la Iglesia tenía la esperanza de iniciar rápidamente las obras, consciente de que cuando se trata de edificios en un estado tan avanzado de deterioro, el factor tiempo se convierte en un elemento clave. “Aquí en Argentina se elaboró un proyecto arquitectónico que obtuvo los permisos en 2014. Dado que el edificio está reconocido como patrimonial, está sujeto a dos aprobaciones: la del Área de Patrimonio Histórico (APH) y la de la ciudad de Buenos Aires”, explica el presidente.

Los metros cuadrados originalmente aprobados eran alrededor de 6000, y la intención era comenzar lo antes posible. Sin embargo, se presentaron dificultades. “No solo las fluctuaciones económicas del país hacían cada vez más difícil iniciar la restauración del edificio, sino que la Iglesia internacional revisó los planos y optó por modificar una menor cantidad de metros cuadrados. Así, en 2017, tuvimos que presentar un proyecto reformado con un poco más de 4000 m²”, menciona Libardi. Este contratiempo surge por la forma que tiene Scientology de operar en el mundo, ya que todas sus sedes alrededor del plantea siguen una línea arquitectónica propia.

Nuevamente iniciado el proceso de aprobación, su principal desafío fue la pandemia, además de idas y vueltas en cuestiones burocráticas. Mientras que la APH expresaba una perspectiva, el departamento de impacto ambiental o de incendios planteaba otra, generando ciertos choques normativos. Un dato no menor es que, durante estos años, Unión Operai Italiani fue declarado Monumento Histórico Nacional, lo que aumentaba la cantidad de protección y restricciones conservativas que tenía el edificio. Finalmente, el proyecto completo recibió la aprobación en noviembre de 2022.

La obra finalmente se inició a principios de 2023, aunque no fue hasta que ingresaron por primera vez que comenzaron a descubrir la verdadera magnitud de su deterioro. “El edificio había sido objeto de intrusiones y saqueos. Se habían robado barandas, dos escudos que representaban a Argentina e Italia que se encontraban en el salón principal, maderas, arañas y otros elementos. Ni siquiera pudimos comenzar con la restauración porque estamos en la fase de consolidación del edificio”, explica el arquitecto Spagnuolo.

El edificio estaba tan abandonado que incluso descubrieron un árbol que había logrado crecer en uno de los pisos, desafiando todas las probabilidades. Sus raíces se habían abierto paso a través de la mampostería, levantando el contrapiso, atravesando los muros y rompiendo partes del edificio. “Es el lugar más deteriorado en el que trabajé, y eso que participe en la restauración de edificios incendiados como el Palacio Municipal, o el ex Buenos Aires Design, donde en su momento se había derrumbado todo el muro sobre la calle Azcuénaga”, asegura Spagnuolo.

Aunque el equipo lleva trabajando casi un año en la ambiciosa restauración, la atención principal se encuentra actualmente en la renovación de las cubiertas e impermeabilización de muros para salvaguardar el edificio y evitar filtraciones de agua. Un ejemplo revelador es la presencia de verdín en las paredes del salón, un musgo que florece con la humedad.

Este proceso integral comprende la limpieza y la consolidación del edificio, incluyendo los fundamentales refuerzos estructurales. “Estamos inmersos en un minucioso procedimiento de adaptación y consolidación del edificio, utilizando técnicas y materiales originales, muchas veces importados. Hasta el momento, las tareas de restauración se concentraron en la fachada, la mansarda (el distintivo techo que corona la fachada) y una lucarna ubicada en el patio trasero, detrás del salón”, menciona el arquitecto.

Para comprender la complejidad de esta restauración, en Argentina solo existen seis personas con la pericia necesaria para realizar mansardas, características de la arquitectura francesa y un elemento visual recurrente en muchos edificios porteños. Se estima que para fines de febrero la restauración de la fachada y el techo derrumbado esten completas, y que entre mediados y fines de este año comienze la verdadera restauración del edificio.

Aunque el culto tendrá su sede en el Unión Operai Italiani, aseguran que el edificio va a estar abierto a la comunidad. “En parte estamos devolviendo algo a la ciudad, además de que también nos beneficia a nosotros. No es el primer edificio histórico que Scientology compra en el mundo. Al contrario de lo que algunos dicen, queremos que nos conozcan y queremos transmitir lo que creemos. Un edificio como éste cumple con estos requisitos, ya que va a ser atractivo para mucha gente que va a venir a conocerlo”, señala el presidente del culto en Argentina.

El objetivo final del proyecto es que todo quede como era originalmente, adaptado a las necesidades de la Iglesia. “El salón va a ser nuestra capilla, pero también va a estar abierto para que la gente lo recorra. Pensamos que se pueden dar actos culturales, va a ser como una especie de El Ateneo, con un café detrás del escenario, la gente va a poder venir y recorrer la parte histórica”, comenta Libardi.

En la planta baja, a la derecha, donde solían ubicarse los antiguos locales, se establecerá un centro de exhibición de las misiones públicas, enfocado en cuestiones relacionadas con las campañas de mejora y Scientology. Además, como parte del recorrido, todo lo descubierto durante la restauración del edificio se presentará en un pequeño museo interno, que incluirá objetos como un escupidero, una taza de té y un cortaplumas.

Los cuatro pisos del frente y la estructura nueva al costado del edificio, donde se produjo el derrumbe de varios pisos tras el incendio, serán de uso exclusivo de la Iglesia. Esta nueva construcción se adaptará a la tipología y estilo del edificio original. Al finalizar la obra, la superficie total será de aproximadamente 4600 m², de los cuales 2282 m² corresponderán al edificio original.

“Scientology es bastante diferente en su funcionamiento operativo a lo que uno tiene de idea cuando piensa en una religión. Como ejemplo, en una iglesia católica de las mismas dimensiones que este edificio, se encuentran entre cuatro y cinco sacerdotes, con dos o tres ayudantes. Este edifico para su funcionamiento va a tener cerca de 100 a 120 ministros trabajando, ya que los servicios espirituales de la religión son individuales”, explica el presidente.

Esto se debe a la estructura de Scientology, que demanda una administración considerable. Los pisos primero, segundo y tercero se destinarán a oficinas administrativas, donde se llevarán a cabo los cursos de las seis academias y se ubicarán los cubículos de auditación, el servicio espiritual distintivo de Scientology, que contará con 16 cubículos.

El equipo encargado de la obra está liderado por Spagnuolo como arquitecto principal, con la colaboración de otros arquitectos subcontratados, un especialista en estructuras y diversos equipos de trabajo especializados, incluyendo aquellos que se encargaron de la restauración de la mansarda.

“Hay muchas personas interesadas en la restauración del edificio, es muy querido y muy seguido por la gente. Incluso nos llegaron consultas preocupadas sobre qué íbamos a hacer con las cariátides, ya que son mujeres desnudas y nosotros somos una institución religiosa”, comenta Libardi entre risas.

Se estima que la culminación de la imponente restauración de este emblemático edificio se realizará en los próximos tres años, con la apertura planificada para 2027. Será entonces cuando las puertas se abran para quienes deseen explorar y apreciar una significativa porción de la rica historia argentina que este edificio atesora.

Entre las más prestigiosas instituciones italianas ya desaparecidas en la ciudad de Buenos Aires figura la SUOI. Esta organización, cuyo nombre equivaldría a “Sociedad Unión Obreros Italianos” fue fundada el 6 de Enero de 1874 y fue pionera de la colectividad en la República Argentina, en ese entonces aún en proceso de organización, siendo anteriores a la misma la Sociedad italiana de Beneficencia, fundada en 1853 y aún vigente, que funda el Hospital Italiano (inaugurado en 1865) y Unione y Benevolenza, fundada en 1854 y también vigente actualmente.

Son tiempos en que está llegando a su fin la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, quién sería reemplazado en el cargo por Nicolás Avellaneda el 12 de Octubre de ese año. Poco después, en 1876, se dictó la ley 817, conocida como “Ley Avellaneda”, que facilitó la llegada y colocación de los inmigrantes y representa la culminación de la política de “Gobernar es poblar” enunciada por J. B. Alberdi.

A comienzos del año 1874 se crea una sociedad destinada a agrupar a los “operai”, es decir a los trabajadores u obreros de origen italiano. Su primer presidente fue un hombre de singular personalidad, Basilio Cittadini, periodista, fundador, redactor, editor y director de varios periódicos, en Italia y en Buenos Aires, que había llegado al país en 1869. Esta institución se suma a Unione e Benevolenza (fundada el 18 de julio de 1858) y Nazionale Italiana (del 25 de marzo de 1861) y constituye el grupo de asociaciones pioneras fundadas por la colectividad italiana en la ciudad de Buenos Aires.

La SUOI realizó una intensa labor de fraternidad ítalo-argentina, a la que agregó uno de los primeros programas de instrucción infantil (en italiano) que se acopló a aquellos dedicados a la protección social de sus integrantes, lo que le permitió ocupar un sitio de notoria significación como entidad patriótica y humanitaria durante los algo más de cuarenta años en que desarrolló sus actividades.

En la primera generación, los grupos de inmigrantes extranjeros trataban de conservar su personalidad, cada comunidad tendía a concentrarse en una asociación, en la que intentaba preservar su modo de vida, su dialecto y sus tradiciones; en suma, esa identidad que se le iba escapando día a día, en cada paso dado al irse afincando definitivamente en su nueva patria.

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