Pasaje Rivarola, el lugar más parisino de la geografía porteña

“Concebido” hace 100 años, el Pasaje Rivarola es una joya única en Buenos Aires. Ubicado entre Bartolomé Mitre y Juan Domingo Perón, esta arteria de una cuadra destaca por una rara maravilla urbana: su excepcional simetría. La estructura de un lado es idéntica a la del otro y su encanto evoca directamente a París.

El nombre del pasaje homenajea al doctor Rodolfo Rivarola, abogado, profesor y juez nacido en Rosario en 1857, fallecido en 1942 y caracterizado como “el último hombre de la generación del 80″.

Rivarola hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y obtuvo el título de bachiller (1876), cuando José M. Estrada dirigía esa histórica casa de estudios. Estudió luego en la Facultad de Derecho, donde se graduó de abogado y Doctor en Jurisprudencia. En 1882 el gobierno de Corrientes le encomendó redactar un proyecto de Código de Procedimientos en Materia Criminal, que fue aprobado en 1883. Y en La Plata fue juez, secretario de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires (1889-1893), entre otros cargos.

Fue también, en 1938, uno de los fundadores de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y ejerció importantes cargos en la magistratura, a la que renunció tras una disputa en la que intervino en defensa de la libertad de prensa.

El Pasaje Rivarola fue proyectado por La Rural, una compañía de seguros, en 1924 y su construcción culminó en 1926. Más que por ser una calle corta, se distingue por su arquitectura de espejo. Los edificios de un lado replican la estructura de los edificios opuestos y dan simetría a ambas veredas.

Los arquitectos Gustavo Adolfo Petersen, Ricardo Otto Thiele y Horacio Cruz (cuyos nombres están grabados en el pasaje, como consigna el investigador Pablo R. Bedrossian en su blog personal) llevaron a cabo el proyecto, concebido al “perforar” una típica manzana, que inicialmente adoptó el nombre de la empresa inversora: La Rural.

La ejecución de la construcción estuvo a cargo de la Compañía General de Obras Públicas SA (Geopé, de capitales alemanes), reconocida por erigir edificios como el Correo Central y el Colegio Nacional de Buenos Aires. La firma también dejó su huella en obras icónicas como el Obelisco porteño y “La Bombonera”, el estadio de Boca Juniors, y en los edificios Safico y Comega.

Mariela Blanco, autora del libro Leyendas de ladrillos y adoquines, señaló que el Pasaje Rivarola está conformado “por veredas opuestas que dicen lo mismo”.

Entre las numerosas curiosidades que alberga, cuenta Blanco, el número 134 destaca por la ausencia de la Casa Raab, apodada La Chacarita de los Relojes, que se dedicaba al arreglo de relojes antiguos. La casa ya no ocupa su lugar original (sobre la cuadra queda un reloj colgado en la fachada, como decoración y con números romanos), ero su legado continúa a través del hijo, que trasladó el negocio de sus padres a otro sitio en Almagro. “Era un punto de referencia esencial para anticuarios y coleccionistas”, dice Blanco.

Los ocho edificios que conforman la cuadra se alinean y espejan mutuamente. Con planta baja y cinco pisos, estos últimos adornados con mansardas, cada detalle estructural se replica meticulosamente. Desde la ornamentación clásica hasta la pizarra importada que corona los remates, la herrería artística que adorna puertas y balcones, los suelos de mármol en las entradas y palieres. El frente, simulando piedra París, completa la imagen de una arquitectura clásica y refinada.

Iuri Izrastzoff, de la inmobiliaria Izrastzoff y creador del sitio Fervorxbuenosaires, destaca la singularidad del Pasaje Rivarola al afirmar que la comparación entre Buenos Aires y París llega a su fin en este lugar. “Más que una semejanza, en este pasaje, Buenos Aires se convierte en París. La excepción, por supuesto, radica en los carteles comerciales, que no adoptan el idioma francés”.

Con su estilo Beaux Arts, también reconocido como academicismo francés, el pasaje ofrece un ambiente europeo a escasos metros del Obelisco.

Inicialmente, los inmuebles de esta cuadra eran conocidos como “edificios de renta”, denominación de la época que indicaba que se alquilaban a familias o a estudios, en su mayoría de abogados o escribanos. “La dinámica cambió con la promulgación de la ley de Propiedad Horizontal en 1948, momento en el cual la gran mayoría de los departamentos fueron adquiridos por los antiguos inquilinos”, dijo Izrastzoff.

El paisaje de esta cuadra ofrece un refugio tranquilo alejado del bullicio de las cuadras circundantes, carácter especial que no pasa desapercibido y es reconocido por fotógrafos y profesionales del cine, que con frecuencia solicitan autorización para filmar en este lugar, en especial producciones publicitarias que buscan “escenarios europeos”.

Entre las más famosas se realizó la película Hay unos tipos abajo, de 1985, con Luis Brandoni y Luisina Brando, filmada y dirigida por Rafael Filipelli, Emilio Alfaro, Andrés Di Tella y Julio Karp.

Esta cuadra del barrio de San Nicolás presenta la posibilidad de revitalizar sus fachadas, dado que algunas áreas requieren restauración, en especial las ornamentaciones, balcones y columnas, con el objetivo de devolverles su esplendor original.

El arquitecto Fernando Lorenzi, del estudio INFILL y experto en la refacción de cúpulas, subrayó la notable definición arquitectónica del Pasaje Rivarola. Destacó la necesidad de una restauración completa para preservar este rincón que se encuentra en un excelente estado. Sin embargo, identificó un desafío significativo: la posible fragmentación del pasaje en múltiples consorcios, lo cual requiere un consenso para abordar la restauración de fachadas, ornamentaciones, balcones y columnas.

“Propongo que el Gobierno de la Ciudad asuma la responsabilidad de establecer un plan director que unifique estos esfuerzos, asegurando coherencia y preservación en la restauración de los frentes”, amplió.

Desde la perspectiva urbana, lo comparó con otros elementos urbanos incuestionables como la plaza Dorrego y el mercado de San Telmo, que atraviesan y dividen manzanas. “Otro lugar icónico es el pasaje y la iglesia de La Piedad. Estos fenómenos aportan alta valoración para la ciudad. El Rivarola, con su atractivo arquitectónico parisino, se posiciona como un episodio encantador y singular dentro de la rica cuadrícula porteña”, agregó Lorenzi.

Quienes habiten o trabajen en el Pasaje Rivarola sienten la sensación de estar en París. Según la arquitecta Inés H. Firpo, de Leticia Firpo Propiedades, “habitar o trabajar allí transporta a épocas pasadas. En cuanto a las propiedades en venta hay una vivienda en la esquina con presidente Perón. Mantiene su estado original en su mayoría, con excepción de la cocina y el baño, los cuales fueron renovados hace años”. La propiedad ofrece un hall de entrada, un amplio living y comedor orientados al frente, un pasillo de distribución, tres dormitorios situados también en la fachada (uno de ellos en esquina), un baño completo, una cocina con comedor de diario y lavadero.

Con pisos de roble de Eslavonia y pinotea, así como carpinterías de cedro proveniente del Líbano. Todos los herrajes, incluyendo los vitrales, son originales de bronce.

Los espacios comunes en varios de los edificios destacan por su elegancia, con pisos de mármol y ascensores enrejados que presentan terminaciones en roble y detalles en bronce.

Firpo aclaró: “La declaración de área de Protección Histórica (APH) para la zona que engloba tanto el Pasaje Rivarola como el de La Piedad, ubicados a dos cuadras de distancia entre sí, se realizó en los ´90″.

Monica Hutnik, de Alianza Gestión Inmobiliaria, comentó: “estas propiedades atraen a personas que aprecian el estilo y la calidad de los materiales presentes en los edificios del pasaje. Desde mármoles hasta aberturas, vidrios biselados, molduras y vitraux”.

Entre los interesados que realizan consultas hay productores del campo, individuos que desean darle un toque de jerarquía a su imagen, artistas y, posibles usuarios que son de la zona sur del Gran Buenos Aires y disponen de ahorros en busca de un lugar para residir o disfrutar de vez en cuando en CABA.

Otro espacio ofrece una doble puerta de hierro artístico, suelos de mármol y un ascensor de época en hierro de estilo, que incluye tanto el ascensor principal como uno de servicio.

El acceso al departamento se realiza a través de una puerta principal que conduce a una sala de espera, conectada a una amplia recepción o doble despacho. Los techos en altura exhiben molduras restauradas, y el interior se compone de un toilette, tres dormitorios-despachos con vista al frente (uno convertido en sala de reuniones), un baño completo, una cocina office.

Sergio Clavero, experto inmobiliario, concluyó: “La distribución común en los pisos de los edificios sigue un patrón. Cada uno de estos alberga tres departamentos, y cada unidad cuenta con espacio asignado en la terraza destinado al lavado y tendido de ropa. Además, se complementa con la conveniencia de contar con un cuarto en el sótano como depósito”.

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