La estación Constitución fue restaurada
Un paseo por la terminal de Constitución funciona como una perfecta lección de arquitectura, al menos, en cuanto a estilos se refiere. El edificio es como un sistema de capas que también muestra el desarrollo de la Ciudad de Buenos Aires. Un intenso proceso de restauración puesto en marcha en 2017, hoy, se encuentra completo en un 95%.
La obra incluye la intervención de la fachada, las cubiertas y el sector central. Junto con la recuperación de los espacios y la reparación estética, se realizó una renovación total de la infraestructura no visible de la estación vinculada con la seguridad de pasajeros y empleados.
La historia comienza en 1865 con un primer edificio de solo un piso que cumplió bien su trabajo hasta 1885 cuando, debido a sus pequeñas dimensiones y a la creciente actividad del lugar, fue demolido y reemplazado por uno nuevo. La obra estuvo a cargo del estudio inglés Parr, Strong & Parr, que, como era previsible en la época, estaba inspirada en un castillo francés llamado Maisons-Laffitte.
A los 20 años, la próspera Argentina demandó una ampliación distinta, en la que, entre otros espacios, se agregó un nuevo cuerpo central con cúpula. La renovación estética data de 1907, con detalles específicos de la moda Beaux-Arts.
En 1925, la agitada multitud de pasajeros y encomiendas que deambulaban por Constitución obligó a poner en marcha otra reforma. La extensión creció hacia el este y hacia el sur. De dos andenes pasó a tener 14.
Se incorporó otro vestíbulo central y el edificio de oficinas de la calle Hornos. La idea era demoler la construcción histórica y avanzar con una obra de estilo monumentalista, pero la crisis del 30 impidió continuar con los trabajos. Por eso, hoy conviven el estilo francés, el Beaux- Arts y el monumentalista.
Esta extensión es la última que se llevó a cabo en la estación terminal. En 2005, se modernizaron los pisos y se fueron realizando tareas de mantenimiento. Cuando comenzó la obra, una parte del acceso a la estación se había convertido en una fiambrería y en una carnicería. Era el acceso a una gran escalera de mármol custodiada por dos enormes esculturas de leones. «Sabíamos que según los planos estaban allí, pero se encontraban tapados por paredes de durlock. Fue una sorpresa agradable encontrarlos», cuenta Alejandro Florio, coordinador general de la puesta en valor de la estación. Hacia el futuro quedan dos pisos que todavía no fueron intervenidos. «La restauración implicó el recambio de los pisos de los andenes, la recuperación de las molduras y la limpieza de la bóveda de cañón de la entrada central. Los vitrales se desarmaron, se limpiaron y se volvieron a armar, se incorporó tecnología como una pantalla de ledes con los horarios de los trenes, se pusieron a funcionar las antiguas boleterías, dos baños históricos para pasajeros y una sala de espera».