Los brigadistas del subte que cumplen tareas que los pasajeros no conocen
Rescatar a un perro perdido que recorre las vías peligrosamente, ir en busca de una pieza dental que se le desprendió a un pasajero o contener a alguien que llora desconsoladamente en el borde de un andén son algunas de las variopintas tareas que pueden llegar a realizar los brigadistas del Grupo Especial de Asistencia (GEA) que recorren el territorio de los subterráneos porteños.
Algunas arriesgadas y otras de tono risueño, el plantel de profesionales podría escribir un profuso anecdotario con todo lo que sucede en ese mundo que, por cotidiano, no deja de ser misterioso.
“El grupo se crea para brindarle una primera asistencia a los usuarios hasta la llegada del SAME, Defensa Civil, bomberos o policía. Sus integrantes son personas que están capacitadas y equipadas para brindar asistencia, ponerse a disposición y colaborar con esos organismos externos”, explica Guillermo Carlos Moreno, Gerente de Seguridad y Servicios Complementarios de EMOVA, la compañía concesionaria de la operación de la red de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires.
El GEA está integrado por equipos de brigadistas que se conducen en grupos de dos profesionales, recorriendo las zonas de mayor afluencia de pasajeros y los nudos donde se producen las combinaciones entre líneas para, de esta manera, llegar rápidamente a cualquier punto de la red donde sus servicios sean requeridos.
Los brigadistas lucen una llamativa vestimenta y el equipamiento necesario para cumplir con cada misión. Cuando recorren los andenes pertrechados, se convierten en un imán irresistible para los pasajeros.
Cada patrulla cuenta con dispositivos de radio para comunicarse con el Puesto Central de Seguridad o con los conductores de trenes. “Esto es una ciudad donde ningún día es igual a otro”, sostiene Nicolás Boaglio, Jefe de Seguridad de EMOVA.
Probablemente, muchas de las 900.000 personas que recorren diariamente algunas de las seis líneas del subterráneo porteño desconocen la existencia del GEA, a pesar de la utilidad de sus servicios indispensables en torno a los más diversos incidentes. El rápido accionar de cada patrulla permite canalizar el problema en busca de una solución o el llamado a los organismos externos competentes y, además, hacer que el servicio de trenes se vea lo menos afectado posible. “No tenemos miedo, pero sí mucha adrenalina”, confiesa María Sol Zárate, una brigadista intrépida con vocación de servicio.
Las experiencias, a varios metros por debajo de la línea de la superficie, pueden resultar traumáticas y liminales, pero, en no pocos casos, desafiando la creatividad y hasta generando alguna situación algo disparatada. El anecdotario de los efectivos del GEA es tan amplio como curioso.
“Lo más insólito que me tocó hacer fue ir a recoger un diente a las vías. Se le había caído a un usuario en la estación Constitución y nos pidió recuperarlo. Fue raro, porque lo usual es buscar billeteras, celulares o audífonos que se caen a la traza”, reconoce Luis Alberto Moreira Calliegari, uno de los brigadistas más antiguos, que realizó capacitación en cuestiones de psicología y emocionalidad.
Cuando en la superficie hay alguna manifestación o una celebración en la que se apela a la siempre riesgosa pirotecnia, los perros suelen escapar hacia lugares más apacibles. En no pocos casos, las escaleras que descienden al subte son una buena opción en busca de tranquilidad y sonidos menos estruendosos. “Ver perros caminando por las vías es más habitual de lo que se supone. Cuando divisamos a alguno, llamamos por radio al Puesto Central de Operaciones y, una vez que nos autorizan a bajar, descendemos a las vías para rescatarlo. Una vez en nuestro poder, se lo entregamos a personal policial. A veces, algún usuario o un compañero del subte lo termina adoptando”, recuerda el brigadista Calliegari. No faltó aquel animalito desobediente que no acató el llamado de la gente del GEA y terminó recorriendo varias estaciones al trote por los túneles y escondiéndose debajo de los andenes, para ser rescatado por la madrugada, cuando el servicio ya no se encontraba en funcionamiento.
En su operación diaria, el Grupo Especial de Asistencia también colabora en evacuaciones, anegamientos, ascensores dañados con personas dentro y principios de incendio. Además, el equipo asiste a personas con problemas de descompensación, ataques de pánico y hasta busca disuadir a aquel individuo, en situación dudosa, que posiblemente busque terminar con su vida arrojándose al paso de una formación. “Si encontramos a una persona muy cerca de la punta del andén o con un ataque de nervios, tratamos de correrlo de ese lugar para que no corra riesgos. Le preguntamos cómo está y si necesita algo”, explica la brigadista Zárate.
El GEA ha participado en operativos con mujeres en trabajo de parto y personas con epilepsia que han repetido el cuadro y decidieron, ante los primeros indicios, bajar al subte para ser contenidas como en aquella primera vez donde encontraron en los brigadistas la celeridad y comprensión sobre la situación.
“Se ven muchos casos de ataques de pánico. Cuando sucede con una persona sola, al acercarnos se siente acompañada, al punto tal que muchas se emocionan y lloran, por eso luego agradecen afectuosamente”, sostiene la brigadista. Su compañero se especializó en estudios sobre psicología en emergencias, herramienta para estar cerca de un pasajero angustiado con la palabra precisa: “Cuando a alguien le sucede algo, hay un trauma detrás, por eso hay que escuchar a la persona”.
Área 12 es un departamento que pertenece al SAME y brinda asistencia psiquiátrica. En algunos casos, la gente del GEA recurre a estos profesionales que pueden brindar su servicio rápidamente: “Recuerdo a una mujer que estaba muy angustiada y lloraba en un andén. Nos contó que tenía un problema personal muy grave, así que nosotros la contuvimos hasta que llegó el SAME. También contenemos a aquellas personas que presentan signos de alcoholización”, explica María Sola Zárate.
En el pasillo posterior a los molinetes de la estación Independencia de la Línea E, un gran espacio vidriado permite observar el Centro de Monitoreo, una especie de comando con múltiples pantallas donde se puede ver, en tiempo real, la totalidad de los movimientos de los distintos sectores de las estaciones.
Todo el personal de la red de subterráneos tiene acceso al conmutador de este lugar para poder informar sobre alguna anormalidad. Los integrantes del GEA también anotician a las operadoras, quienes tienen la posibilidad de mover las cámaras a remoto y acercar la imagen a primeros planos en busca de aquello que los brigadistas informaron. Como se cuenta con un centro de grabación, también se puede recurrir a ese archivo para entender las causales de algún suceso.
En la estación Independencia también se encuentra el Puesto Central de Seguridad, área que, junto con la de monitoreo, trabajan aún de noche, ya que, cuando los trenes no circulan, es el momento del trabajo de empresas contratistas (como las que colocan las publicidades en los letreros) y el personal de limpieza.
Si el trabajo del centro donde se encuentran los monitores es fundamental, el tránsito de los brigadistas del GEA por los distintos sectores de acceso público es esencial. Si bien no cumplen tareas de vigilancia, su presencia es disuasiva y, en un plano más amoroso, responden consultas de los turistas y de quienes no frecuentan la ciudad cotidianamente: “Les explicamos cómo tienen que hacer las combinaciones y muchos nos preguntan cómo llegar a los museos o a la Plaza de Mayo”, dice Calliegari.
Los brigadistas cuentan con un uniforme especial, casco y botas de seguridad. Además, llevan colgando un lazo (con el que suelen atrapar a los perros perdidos) y una linterna similar a la que utilizan los bomberos que se puede utilizar en caso de incendios ya que es resistente al calor, lo cual permite que no se derrita.
En los brazos, a modo de brazalete, cada brigadista cuenta con un destellador con luz roja titilante. En caso de tener que descender a las vías, este elemento hace que puedan ser vistos por los conductores de los trenes, aunque, si los integrantes del GEA deben bajar de los andenes, antes tienen que contar con la autorización del comando central que los habilitará a descender una vez que el servicio se ponga en modo de alerta y los conductores circulen a menor velocidad.
Cada equipo de brigadistas lleva un botiquín que contiene gasas, cintas, tijeras, agua oxigenada, apósitos y material para hacer torniquetes. “Están capacitados en primeros auxilios, pueden practicar RCP y saben usar un desfibrilador. Además, tienen elementos para asistir tanto a una embarazada, como a un accidentado”, explica el gerente de seguridad Guillermo Carlos Moreno. “El personal ha asistido a personas con trabajo de parto, esperando la llegada de la ambulancia”, recuerda el jefe de seguridad Nicolás Boaglio.
Además, mientras se espera la llegada de los organismos externos especializados, cada estación cuenta con una tabla de rescate y una silla de ruedas a disposición de los usuarios.
Cada vez que nos subimos al subte buscamos llegar rápidamente a nuestro lugar de destino. Sin embargo, para que todo suceda con normalidad una cantidad de variables se ponen en funcionamiento.
En ese universo bajo tierra conformado por seis líneas y visitado por miles de personas cada día, sucede de todo. La presencia del GEA busca neutralizar los incidentes de los más diversos calibres para preservar los bienes y las personas y que el servicio no se vea afectado.
Allí están los brigadistas, tomándole la presión a un pasajero o buscando enlazar a una mascota perdida. Un implante dental sembrando los rieles o un audífono en medio de los durmientes pueden ser motivo de un operativo. Es que aquello que suena gracioso, para su protagonista es un verdadero engorro. Desde la contención emocional a alguien desesperado hasta acompañar a un anciano que no se siente bien. Allí están ellos, pertrechados para la faena en ese mundo con vida propia varios metros debajo de la superficie.