La Boca, circuito artístico en expansión

Hay fotos que quedan grabadas en la retina. La espalda de un profesor hecha trizas por decenas de impactos de perdigones es una de esas imágenes, tomada por Carlos Domínguez (Perúm). A unos pasos, una foto de la peruana Milagros de la Torre condensa una historia trágica: los dos cinturones con los que el psicólogo Mario Poggi estranguló a un violador durante un interrogatorio policial.

Estas son apenas un puñado de las 300 imágenes tomadas por 120 fotógrafos latinoamericanos seleccionadas por Alexis Fabry, que integran Los sueños de la mujer araña, exhibición con la que Fundación Larivière inaugura su nueva sede de La Boca. Desde el sábado 19, además, se amplió aún más el circuito con la apertura de Ungallery (a unas cuadras de Fundación Larivière) que inauguró con Al mismo tiempo, todo, en todos lados, excepcional muestra de Jorge Miño.

Con estos nuevos espacios se completa el circuito que incluye a las galerías Constitución, Pasto, Sendrós, Popa, Fundación Proa, Fundación Andreani, Fundación Santander, la Usina del Arte (con la hipnótica instalación de Jessica Trosman y Martín Churba hecha con una tonelada de basura), Munar, Museo Marco (Lumen de Carola Zech, curaduría de María Teresa Constantín) y galería Barro (frente a la Fundación Larivière). Allí se puede ver desde hace unos días ¡Saxa loquuntur!, de Faivovich & Goldberg. A menos de tres cuadras de Fundación Larivière, se puede visitar SMoL, una cámara de proyectos de experimentación artística con eje en los procesos creativos, que abrió sus puertas este año. Ya participaron Silvia Gurfein, Marcolina di Pierro y Nacho Unrrein, entre otros.

La zona se consolida así como un polo ineludible que se extiende hasta el Casco Histórico con la galería Nora Fisch (Avenida San Juan 701), que inauguró hace menos de dos meses y que ocupa cuatro pisos en un edificio de 1926, con 6 salas de exhibición y una terraza para inauguraciones. Este viernes 25 allí serán inauguradas las muestras Ilusión y bochorno, de Sofía Bohtlingk, y El Brujo, de Rodrigo Moraes con curaduría de Raúl Flores. El circuito se completa con la galería Calvaresi y el Museo de Arte Moderno, entre otros espacios.

En un edificio que ocupa más de 500 metros cuadrados, que cuenta con una biblioteca con más de 800 títulos dedicados a la fotografía latinoamericana y que posee un sistema de temperatura y humedad que siguen criterios museísticos internacionales, Los sueños de la mujer araña, en Fundación Larivière, resulta imperdible. Es posible hacer foco en distintas series e imágenes de este corpus de obras fascinantes, que Jean Louis Larivière, fundador de la editorial que lleva su nombre y coleccionista franco-argentino, atesora desde hace 20 años.

La muestra es un panorama de su colección de 3 mil fotos y, al tiempo, un recorrido por Latinoamérica con eje en el cuerpo. La violencia en sus distintas manifestaciones —desde la sutil y simbólica hasta la auto infringida—, la violencia política, cuestiones de género, sexualidad y transexualidad, belleza y glamour, son los ejes que se abordan en la exhibición, cuyo título se inspira en El beso de la mujer araña, novela del escritor argentino Manuel Puig, publicada en 1976. El libro relata la historia de dos presos que conviven en la misma celda: uno pertenece a una organización revolucionaria y el otro es un homosexual acusado de corrupción de menores.

“Menos trágicas que la novela de Puig, las imágenes de Los sueños de la mujer araña exhiben un vigor y una entereza que sorprenden. La prostituta mata el tiempo entre clientes desafiando; el manifestante embanderado encabeza la marcha en trance; las víctimas —del bastón policial, de la exclusión— aparecen siempre en un instante de contracción muscular, nunca entregadas. Mezcla de resiliencia y entusiasmo, sin embargo, no hay en ellas una pizca de ingenuidad, nada que se parezca a la necedad o la negación”, escribe Alan Pauls en el prólogo del cuidado catálogo de la muestra.

Hay trabajos de Marcos López, Facundo de Zuviría, George Friedman, Nicolás Goldberg, Graciela Sacco (cuyas fotos en el marco de Paris+ par Art Basel coparon el Jardín de las Tullerías por iniciativa de la galería Rolf, a cargo de su obra), Adriana Lestido (una serie de obras de la artista, también representada por la galería Rolf, se exhibieron en Paris Photo) y Alejandro Kuropatwa. Entre las fotos que integran la colección –deben ser vintage o nunca antes haber sido reveladas—, hay imágenes de Eduardo Longoni, Daniel Merle, Helen Zout y Miguel Río Branco.

Cerca de la impactante imagen del fotógrafo cubano René Peña –un hombre está a punto de gatillar un revólver que metió en su boca—, se exhibe El final es el principio de la serie El triunfo de la muerte, donde Oscar Bony tensa el dispositivo estético: se convierte en víctima y victimario; verdugo y fusilado. Su figura desafiante avanza en la frontera difusa entre fusilamiento y suicidio.

De Fernando Bedoya (Perú) y Germán Richiger (Argentina), hay una potente intervención fotográfica en la que el Che Guevara deviene Madre de Plaza de Mayo –imposible no recordar el fotomontaje de Noemí Escandell de La Piedad de Miguel Ángel convertida en Madre de Plaza de Mayo absorta ante la desaparición del cuerpo de Jesús—. Se exhibe también Los rehenes, un collage fotográfico de Antonio Berni que pone el foco en un asesinato en manos de la mafia, en EE.UU.

Si la fotografía es registro y, muchas veces, documento irrevocable, con sus fotos Miño subvierte esa lógica para invitarnos a una experiencia singular. Con un trabajo minucioso con la computadora –su laboratorio, como él lo llama—, crea una paleta única. A partir de fotos que toma con su celular, transforma diferentes sitios en abstracción. El registro se vuelve espacio confuso, inestable: campo de incertidumbre.

Aún se conservan restos de la arquitectura de este gran espacio de 350 metros cuadrados que fue depósito naval donde ahora funciona la deslumbrante Ungallery. Con sus múltiples capas expuestas y clavos oxidados de gran longitud, los muros originales son vestigios de otro tiempo.

Es necesario acercarse a las obras de grandes dimensiones de Miño para constatar que no están pintadas, sino que se trata de un trabajo digital exhaustivo, en el que el artista no le huye al azar: incorpora el pixel, que hace estallar hasta revelar colores inesperados. Entre las piezas, todas nunca antes exhibidas, hay pequeñas joyas lenticulares.

Miño, que el próximo año tendrá muestra en México, Los Ángeles y Miami, crea a partir de fotos que toma con su celular y otras de las que se apropia y modifica. Inspirado en las vanguardias modernistas del siglo XX, transforma espacios conocidos y, acaso desangelados, en abstracciones imponentes.

Con el trabajo digital con el color, el artista logra superficies aterciopeladas: son como veladuras renacentistas. Con esa exquisita pincelada digital crea también volúmenes que parecen expandirse. Miño no solo pone en cuestión el concepto clásico de la fotografía, sino que la vuelve pintura: abstracciones con huellas de la historia del arte. Son potentes homenajes que quedan grabados en el ojo alucinado.

*Fundación Larivière. Jueves a domingo de 12 a 19 h. hasta el 15 de marzo de 2023 en Caboto 564. Bono de ingreso $300.

*Ungallery, Ministro Brin 1335. Hasta el 28 de enero de miércoles a sábados de 13 a 18h. El resto de los días con cita previa

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