Mansión Oneto Gaona, un viaje en el tiempo
En los portales inmobiliarios aparece como la segunda casa más cara de la ciudad de Buenos Aires. Solo superada por la Mansión Estrugamou, valuada en 10 millones de dólares. Entrar en la Mansión Oneto Gaona es viajar en el tiempo. Todavía conserva parte del mobiliario original y varios portarretratos de la familia que albergó durante más de un siglo.
La propiedad dejó de estar habitada hace ocho años. Sin embargo, no puede considerarse abandonada. Stella Ramos Cigorraga, viuda de Juan Martín Oneto Gaona, fue la última persona que vivió allí. Tras su muerte, sus 12 hijos mantuvieron la costumbre de reunirse todas las semanas en la casa que los vio crecer y evolucionó con ellos.
Ahora, luego de cuatro años de negociaciones y mil trámites administrativos, la histórica mansión planea abrir sus puertas al barrio. Está en proceso de transformación -sería la cuarta transformación de su historia- bajo la ambiciosa premisa de mantener su construcción original.
La casa fue construida en 1878 por Tomás Le Bretón, uno de los fundadores de la Unión Cívica de la Juventud, que derivaría en la Unión Cívica Radical. Pero su construcción originaria difiere de la actual: era bastante más pequeña. La propiedad sumaba, en total, 866 metros cuadrados. Tenía un estilo italiano y estaba edificada entre medianeras, lo que que obligó al arquitecto de aquel entonces a colocar una lucarna para permitir el ingreso de aire y luz. El frente de la casa también era distinto, se ingresaba por un zaguán.
Le Bretón mantuvo su propiedad durante tres décadas hasta que, en 1911, decidió venderla al matrimonio conformado por Juan Oneto y Regina Gaona. La pareja se había casado a principios de siglo XX en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción, en Paraguay. En ese entonces, la Argentina vivía una época de gran prosperidad, era un país que prometía un futuro alentador para todos sus habitantes. Y, en el caso de Oneto, cumplió: en 1898 dejó su trabajo como cajero en el Banco Alemán para fundar, junto a Juan Piccardo, la emblemática tabacalera Piccardo y Cía.
En la industria del tabaco argentina se cuenta como leyenda que fundaron su imperio con 300 pesos, dinero que apenas les alcanzó para comprar una partida de tabaco Habano y Bahía mezclado y para pagar el primer mes de alquiler de un local en la antigua calle Piedad, ahora Bartolomé Mitre, al 1849. La novedad de su negocio estaba en la producción de cigarrillos, que se hacían de manera artesanal, y se vendían sueltos, agrupados o atados (de ahí proviene el término “atado” que todavía se usa para referirse a un paquete de cigarrillos).
Dieron el gran salto cuando compraron, primero una picadora industrial de tabaco, y más tarde una cigarrera marca Bonsak que les permitía producir 200 cigarrillos por minuto. Su primera marca fue Cigarrillos 43, que a través del tiempo sufriría distintas transformaciones, incluso en su nombre, para llamarse 43/70, y se convertirían en los más antiguos del mundo gracias a todos los años que perdurarían en el mercado.
Dos años después de que Juan Oneto y Regina Gaona compraran la casa, nació Juan Martín Oneto Gaona. Fue el único hijo del matrimonio y su único heredero.
Juan Martín hizo el secundario en el colegio Champagnat y terminó su carrera de abogado en Oxford, Inglaterra. Como una revancha del destino, se casó con Stella Ramos Cigorraga y tuvieron 12 hijos. La casa creció al ritmo de la familia, hasta convertirse en la gran mansión que es hoy.
Todos en el barrio de Recoleta conocen su misteriosa fachada. Pero es prácticamente imposible imaginar qué hay detrás de aquél muro. La propiedad de estilo francés, ubicada sobre la calle Uruguay, entre Arenales y Santa Fe, posee un fondo de 43 metros y más de 1871 metros cuadrados cubiertos distribuidos en dos plantas.
Atravesar la gigantesca puerta de madera de la entrada es como viajar en el tiempo. Al ingresar hay una gran recepción con una imponente escalera de mármol, de película. El busto de Oneto preside el lugar, como dándole la bienvenida a cada visitante. Al subir, se encuentran los salones, el living y el comedor, con detalles propios de la decoración francesa como la boiserie, una gran lucarna y tapices de seda.
Los grandes ventanales, con herrajes franceses, están orientados al jardín diseñado en 1938 por el estudio de ingenieros agrónomos “Neira y Ezcurra”. Todos los pisos son de roble de Eslavonia. Luego está la gran cocina que mantiene el mobiliario de la época intacto y en perfecto estado.
En el segundo piso, al que se puede acceder por una imponente escalera o por ascensor, se encuentran los nueve dormitorios de la familia, cuatro baños y el cuarto de bordado. Un piso más arriba, está la terraza que posee un amplio cuarto de lavado y planchado. La casa cuenta además con tres cocheras y dormitorios para el personal.
A través de su historia, la propiedad cambió varias veces su aspecto. Hay tres etapas bien definidas. La primera, fundacional, cuando era una casa de estilo italiano, entre medianeras, orientada hacia el frente, a la que se ingresaba por un zaguán. En la segunda etapa se sumaron dos terrenos linderos y se hizo una gran ampliación que incluyó la construcción de un enorme subsuelo. La última reforma fue realizada en 1938 y surgió por la necesidad de don Oneto Gaona de un espacio para guardar sus autos.
Cuentan que el empresario iba en auto todos los días a su fábrica, la Tabacalera Piccardo, que estaba en la avenida San Juan, donde hoy funciona el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y cada vez que volvía de su trabajo tenía que estacionar en Libertador y Libertad, al lado del Patio Bullrich, y regresar caminando desde allí hasta la casa. Por eso, cuando surgió la oportunidad de comprar el lote vecino, Oneto Gaona no lo dudó y encargó al arquitecto Carlos Malbranche el desarrollo del proyecto y al Estudio Ezcurra Neira el jardín actual casa. Esta transformación fue radical ya que cambió también la orientación de la casa, que ahora mira hacia el jardín.
Gustavo García Villanueva está expectante. Luego de cuatro años de negociaciones con los herederos y aprobación de planos, este año comenzará a materializarse su proyecto que presenta como ‘la cuarta transformación’ de la Mansión Oneto Gaona.
“La casa tuvo una evolución porque su arquitectura se fue desarrollando a través del tiempo. Es un patrimonio histórico que a lo largo del siglo pasado se amplió tres veces. Y, justamente, ese desarrollo en el tiempo es lo que hoy nos permite hacer una cuarta transformación”, explica.
El proyecto, que lleva adelante el director de TAO Desarrollo junto a su socio, Guillermo Zorzi, consiste en la construcción, en 36 meses, de una torre de 12 pisos pegada a la medianera, mirando a la casa, con 58 departamentos, de uno, dos y tres ambientes. Además, el desarrollo tendrá tres locales comerciales y 20 cocheras. En la casa principal, habrá 16 unidades más pequeñas, de uno o dos ambientes.
“Al ser patrimonio histórico, la casa se conserva. La idea es adaptar los ambientes. Por ejemplo, el living de la casa se va a conservar tal como está y los propietarios van a poder disfrutarlo con invitados. Creemos que mantener estos espacios en su estado original es lo que le agrega valor”, señala y añade que los valores de las unidades más pequeñas oscilan entre 140 y 250 mil dólares.
“Con los locales la idea es que el lugar esté abierto a la comunidad, para que sea un meeting point de la gente que viene a la zona”, dice Gustavo García VIllanueva.
-¿Cómo van a hacer para cuidar la mansión durante la construcción del edificio?
-Con desarrollistas y arquitectos responsables que comprendan la importancia de que este ambiente es sagrado. Para llevar adelante este proyecto hicimos una alianza estratégica con el estudio Lacroze Miguens Prati, ellos tienen mucha experiencia en trabajos de este tipo.
García Villanueva dice que su objetivo es rescatar un patrimonio y agregarle valor. ”Tengo 61 años, como arquitecto hice muchas cosas y me aburrí de hacer las cosas que en algún momento me apasionaron. Hoy, en este segundo tiempo de mi vida, me gustaría hacer algo que deje algo más, que sean proyectos únicos e irrepetibles. Me gusta pensar que esta casa es un poco la muestra de la Argentina que fuimos, un país poderoso, el granero del mundo… Sirve para recordar lo que fuimos y que podemos volver a ser. Este no es un metro cuadrado más porque forma parte de la historia de Buenos Aires”, insiste.